Información Sididh, Mujeres — septiembre 29, 2011 at 11:12 am

Estigmatización, vulnerabilidad y cuestionamiento de derechos: realidad femenina contemporánea

Agresión Mujeres
Tras la reciente discusión en la SCJN en torno a las reformas constitucionales de algunos estados relacionadas con el derecho a la vida, se ha generado una arrolladora ola de opinión en ambos sentidos. Ello demuestra la importante polarización que se vive en torno al difícil tema de los casos en los que puede darse la interrupción legal del embarazo.
Sididh/21 Septiembre 2011/QgF – Independientemente de las implicaciones en materia de salud, derechos de las mujeres y de los fetos en sus distintas etapas de desarrollo, que conllevan los criterios absolutos con que se incrementa la protección del derecho a la vida (que es el centro de la discusión en curso en la SCJN),  la decisión tomada por el pleno del máximo tribunal del país representa un riesgo en materia de derechos humanos porque se le confieren facultades a los estados para restringir derechos, lo cual es contrario al principio pro-persona. En el tema que hoy nos ocupa, los derechos de la mujer, refleja una concentración del debate en un tema polémico que, sin embargo, oscurece aspectos esenciales del ejercicio de los derechos por parte de ellas y deja al descubierto la instrumentalización de que son objeto en el día a día. Mientras la discusión en la SCJN acaparaba los titulares de la mayor parte de la prensa nacional, El caso de Marisela Valdés fue reportado en el cuerpo de algunas notas sobre violencia criminal. Esta mujer de 47 fue ejecutada por un comando que llegó a su casa en la Cienaguilla, Municipio de Santiago, nuevo león, buscando “levantar” (privar de la libertad a alguien sin intención de pedir rescate) a su hijo Edgar David. Marisela, suponemos que consternada ante la inminencia de la pérdida de su hijo se interpuso entre el comando y él. Ante lo cual fue ejecutada sin piedad, mientras que Edgar David fue indultado por el comando que se marchó tras la ejecución inesperada.
Mayor notoriedad periodística mereció el hallazgo de dos cadáveres de mujeres en “una céntrica colonia de Monterrey” , especialmente por el hecho de que aparecieron descuartizados y colocados en diez bolsas de plástico. También fue reportado por la prensa nacional el hallazgo de la joven Gabriela Benitez muerta en un parque de Xalapa, en un sitio donde “otras cuatro mujeres que han sido halladas muertas en la zona en diferentes periodos entre ellos una señora vendedora de donas; una niña de nombre Karina; una joven llamada Asunción y otra niña más cerca de Cerro Colorado”.  Es de agradecerse el hecho de que en esta ocasión los cuerpos hayan tenido nombre, y que él o la reportera señalase la continuidad en los homicidios.
Javier Hernández Alpizar, de Zapateando, ahondó en el caso y nos hizo conocer un poco más a Gaby en un artículo en donde, además nos informa que la madre de Gaby había denunciado su desaparición tras la reciente llegada a Xalapa de la caravana del Sur. En aquel entonces Bárbara Ybarra dijo “Yo estoy aquí porque mi hija sigue desaparecida, Gabriela ya cumplió así más de tres meses y yo no sé nada de ella. Es muy difícil. Sigo buscándola. No voy a parar. Se los dije desde un principio, no vamos a parar hasta encontrarla. Vengo aquí solicitando mayor apoyo del gobierno del estado, porque los medios de comunicación no nos apoyan. Radio y Televisión de Veracruz no sirve para difundir los casos de personas extraviadas. No soy la única que tiene hijos desaparecidos y no se nos toma en cuenta”.
Según el Centro de Investigación, Desarrollo y Educación entre Mujeres A. C. (CIDEM) ”La desaparición de niñas y mujeres en Veracruz se ha incrementado de sólo 7 en 2009 a 32 en 2010, más los 35 casos ocurridos en lo que va del 2011, por lo que este año podría ser el de mayor número de desapariciones de mujeres en la historia del estado”. Después de la polvareda levantada por este caso, el Procurador de Veracruz, Gaudencio Escobar Pérez, “informó a la comisión especial de feminicidios de la Cámara de Diputados que en la primera década de este siglo, 5 mil 231 mujeres y niñas desaparecieron en el estado, y que sólo fueron localizadas 808, pero no aclaró cuántas con vida. Esto es, aún permanecen desaparecidas 4 mil 423”, según informan medios nacionales.
En el monitoreo cotidiano que realizamos sobre el tema hemos encontrado en la última semana al menos 10 asesinatos de mujeres reportados por la prensa y en el que se detecta una estigmatización de las víctimas a partir de su condición de género. Sin embargo destacan algunas notas por el manejo sesgado de la información. La más llamativa es una titulada “El delito tiene cara de mujer”, obviamente firmada por el hombre Humberto Ríos de Milenio, donde en el contexto de la crónica de un caso se afirma (sin sustento documental) que “es frecuente que en los diversos ilícitos en el DF también participen féminas, como en casos de robo a comercios o asaltos a cuentahabientes y transeúntes”.
Otro de los destacados de esta semana es la participación de la Ministerio Público Federal Elizabeth Herrera quien acusó a 10 policías federales de extorsión en un caso que tuvo mucha difusión y que por ello obtuvo un “regaño”, según reportó Reforma, aunque después hubo notas aclaratorias, así como el respaldo del gobernador de Chihuahua. Y finalmente cabe recordar el tenebroso mensaje enviado a la sociedad con el asesinato y exhibición pública de su cuerpo adornado con un mouse y un teclado de María Elizabeth Macías, jefa de redacción del diario Primera Hora, editado en Nuevo Laredo, estado de Tamaulipas. Reporteros sin fronteras ha enfatizado el hecho de que es la tercera periodista asesinada en menos de un mes (Rocío González Trápaga, ex reportera de Televisa, y Ana María Marcela Yarce Viveros de Contralínea son las otras).
En este contexto de violencia y estigmatización dirigidas hacia mujeres que viven su vida (como Gabriela de Xalapa), ejercen su trabajo (la MPF Elizabeth Herrera o María Elizabeth Macías reportera de Laredo) cabe preguntarse qué es lo que el Estado mexicano está haciendo por garantizar su acceso a la igualdad de oportunidades y a la justicia misma, independientemente de polémicas en las que al final, cada cual terminará obrando según la propia conciencia.
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