Doblemente abandonados
Impactos de la búsqueda de personas desaparecidas en las familias
En todas las familias se registraron impactos.
Los más frecuentes son:
Solamente una familia ha tenido apoyo psicológico constante
Una de las mayores preocupaciones de las mujeres en búsqueda es el impacto que toda la situación –la precariedad económica, las ausencias constantes, las amenazas, el desplazamiento, la propia desaparición– tienen en los niños y niñas de la familia. Si bien las y los adultos reportan trastornos en la presión arterial, diabetes, colitis y depresión, en niños, niñas y adolescentes los impactos que las mujeres identifican se extienden a miedo, sentimiento de abandono, bullying e intentos de suicidio o conductas de riesgo y abandono escolar.
Las mujeres explican que las y los que aún no son adultos sufren un doble abandono: el de la persona que fue desaparecida y de quien la está buscando.“Nosotros andamos en la búsqueda, aquí desahogamos nuestras penas o lo que traemos, y los niños en casa se quedan frustrados, sin amor y con ausencia”, explica Jocelyn. “Esos niños están ahí olvidados por la sociedad, por el gobierno y puedo decir que por nosotros”, lamenta María Herrera Magdaleno.
Muchas mujeres dicen que las y los hijos no verbalizan su tristeza, pero ellas lo notan. El otro hijo de Virginia Garay, por ejemplo, “a veces no me voltea a ver, siento que él cree que ya no estoy para él”, dice la buscadora.
Otra razón es que no quieren agregar preocupaciones a sus mamás.
Las amenazas abonan al miedo que la propia desaparición y el entorno de violencia e impunidad provocan en la familia. Al menos 4 de las 9 mujeres han recibido hostigamiento o incluso atentados contra su vida o la de sus familiares y eso se refleja también en las personas dependientes de ellas.
“Carlos, mi hijo menor, toma 3 medicamentos para poder dormir. Eso me mortifica mucho porque ya es la única luz de mi vida. Luego dice que voltea para ver si nadie lo va siguiendo porque le da miedo”, describe Columba Arroniz.
La propia búsqueda es fuente de angustia. “Juan me dejó de estudiar. Yo le decía: hijo, estudia. No, mamá, no puedo. Siempre estoy pensando que en cualquier rato estás muerta, te desaparecen, y de plano no puedo estudiar”, recuerda Evangelina Contreras.
“Si bien la búsqueda es nuestro principal objetivo, ¿cómo podemos vivir de manera tal que no se afecte tanto nuestro núcleo familiar?”, se cuestiona Jocelyn Orgen Calderón.
Todas las mujeres se esfuerzan por no contagiar a los hijos e hijas el miedo y la incertidumbre, pero “es muy difícil poder transmitirles el gusto por la vida. Uno debe proporcionarles a los otros hijos la seguridad de que la vida es para que se viva feliz”, contrasta Mercedes Ruiz.
Así, las mujeres impulsan a las y los jóvenes a salir a divertirse, aunque ellas se queden “con el Jesús en la boca”, y les animan a que terminen sus estudios.
Las mujeres, por supuesto, no quieren heredarle este presente como futuro a las niñas y niños. Ellas comparten que las y los hijos de desaparecidos también participan en las búsquedas. En Sinaloa pidieron hacer una búsqueda especial en el Día del Padre; en Michoacán, también piden sus playeras y pines. “Me da mucha tristeza porque él tiene 10 años y me dice: sigue buscando a mi papá porque si no lo encuentras, yo voy a seguir buscando y quiero hacer lo que tú andas haciendo. Y yo le digo: No m’ijo, esperemos que en un tiempo lo encontremos”, dice de su nieto María Elena Medina.
Como con las mujeres en lo individual, solamente una familia ha tenido apoyo psicológico constante.