Si hoy existen algunos esfuerzos de búsqueda desde el Estado es porque en 2014 y familiares como Mario Vergara, con todo en contra, salieron a buscar con sus propias manos a sus seres queridos.
En ese tejido adolorido, pero resiliente, conformado por las y los familiares de personas desaparecidas en México, una sola noticia se difundió rápidamente en chats, reuniones y conversaciones la semana pasada: falleció en un lamentable accidente laboral ocurrido en Huitzuco, su tierra, Mario Vergara.
Publicado originalmente el día 23 de mayo del 2023, en «La lucha cotidiana de los derechos humanos».
La noticia causó enorme pesar: Mario, que buscaba a su hermano Tomás desde julio de 2012, era un buscador ampliamente conocido en esa red por su solidaridad siempre puesta para acompañar cuantas búsquedas en terreno se necesitaran; ahí, compartía sus saberes sobre la localización de fosas con técnicas artesanales y, sobre todo, compartía su sonrisa compasiva que en muchas jornadas fue un bálsamo para quienes con pico y pala arañan la tierra buscando a sus hijos e hijas.
Mario contó varias veces su proceso personal. Lo hizo, por ejemplo, en el Informe de Impactos Psicosocial del caso Ayotzinapa, “Yo sólo quería que amaneciera”, cuando fue entrevistado por el equipo que coordinó la psicóloga Ximena Antillón, en donde él relató: “surgimos gracias a los padres de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa. Muchas personas habían sido desaparecidas pero teníamos miedo, los familiares no denunciaban por miedo y porque no éramos escuchados” (p. 474). Como señala el Informe, el movimiento de los padres, madres y familiares de los 43 estudiantes normalistas “en primer lugar generó un cambio subjetivo en los familiares de cientos de personas desaparecidas en Iguala […] que tiene que ver con romper el efecto del miedo que inhibe la denuncia. En segundo lugar, permitió un contexto social de reconocimiento de las desapariciones en Iguala que dio credibilidad a sus testimonios” (p. 474).
En ese mismo Informe, se relata cómo las familias salieron a buscar después de los hechos de Iguala: “El hallazgo de las primeras fosas en los cerros alrededor de Iguala en el contexto de la búsqueda de los normalistas desaparecidos, en octubre de 2014, evidenció la existencia de fosas clandestinas en la región que hasta entonces no habían sido exhumadas. En ese contexto surgió un grupo de familiares de personas desaparecidas llamados ‘Los Otros Desaparecidos’, que se organizaron para realizar búsquedas por su cuenta. Mario Vergara, que busca a su hermano Tomás, desaparecido en Huitzuco, Guerrero, en julio de 2012, relata: ‘Cuando aparecen las primeras fosas de Las Parotas, se encuentran restos de 30 personas y dicen que no son los normalistas, pero nosotros decimos: ‘¡Esperen, pueden ser nuestros familiares!’. Cada domingo se reunían en Iguala y salían a caminar por los cerros con picos, palas y una varilla. Su método, según explica Mario, es enterrar la varilla en la tierra. Si la varilla desprende un olor fétido, significa que hay restos humanos y entonces excavan. Pero también aprendieron a reconocer las irregularidades en el terreno que indican que se ha removido la tierra, porque los cuerpos inhumados hace muchos años ya no despiden ningún olor. Cuando encuentran restos, señalan el lugar para que la autoridad realice el trabajo de exhumación” (pp. 481 y 482).
Esa labor fue respondida con negligencia por parte de las instituciones del Estado en aquel momento. Como el propio Mario denunciaba en ese Informe: “Llevamos al Ministerio Público, a policías, forenses y resultaba que no tenían autoridad para hacer cosas, para hacer lo que le estábamos pidiendo. Haz de cuenta que prácticamente fueron a estar parados ocho horas ahí nada más a estar viéndonos; es lo mismo, es la misma simulación en todos lados” (p. 485).
Pero además de esta negligencia, no fueron pocas las instituciones que en aquellos años amagaron a las y los buscadores con criminalizarles si perseveraban en su empeño, aduciendo que podrían alterar escenas criminales y evidencia física, aun cuando ninguna autoridad estaba investigando con seriedad la existencia de las fosas y el paradero de las personas desaparecidas.
La búsqueda en campo, como ejercicio de autotutela de derechos de las propias familias, se fue extendiendo, hasta que en abril de 2016 un grupo de familiares —la Red de Enlaces Nacionales, Familiares en Búsqueda María Herrera, la propia familia Trujillo Herrera— lanzó la Primera Brigada Nacional de Búsqueda en Veracruz. Este ejercicio se replicó en varias ocasiones y estados hasta que, más adelante, las búsquedas comenzaron a organizarse en múltiples entidades del país. En muchos de estos esfuerzos, Mario Vergara estuvo presente, buscando en terreno con ahínco.
Si hoy existen algunos esfuerzos de búsqueda desde el Estado es porque en 2014 y después familiares como Mario Vergara, con todo en contra, salieron a buscar con sus propias manos a sus seres queridos. Si hay una institucionalidad incipiente —e insuficiente— para afrontar la grave crisis de desapariciones que no ha menguado es porque las familias se han movilizado durante casi ya 15 años exigiendo justicia, verdad, memoria. Esa digna movilización precede a esta administración y la trascenderá, permaneciendo como una potente fuerza de cambio social.
La vida de Mario Vergara es un ejemplo de cómo esa fuerza, más que un gobierno en particular o esfuerzos aislados de funcionarios en lo individual, es el verdadero motor para revertir la epidemia de desapariciones. Y cómo la trayectoria del buscador de Huitzuco ilustra esa fuerza es y será más potente cuando se articula, no en torno a la incidencia o las reuniones con funcionarios, sino alrededor de la movilización cívica que genera presión pública y ensancha la vida democrática desde la protesta. No en vano en las primeras salidas a campo a Mario y otras personas buscadoras les movilizaba la consigna: “No más mesas de trabajo”.
Hasta el último día, su corazón solidario no descansó en buscar a todas las personas desaparecidas y en contribuir a que una familia pudiera despedir dignamente a una o uno de los suyos. Fue Mario, por ejemplo, quien con su conocimiento del territorio de Huitzuco, ayudó a localizar el cuerpo sin vida de la joven Lesly Martínez; así se demostró una vez más la valiosa labor de las personas buscadoras como él, que ponen el cuerpo y el alma en las búsquedas, ante la ineficacia de las autoridades.
Su siempre dispuesta voluntad de apoyar a quien lo solicitara y estar ahí para su comunidad, se vio reflejada este viernes 19 de mayo de 2023 cuando cientos de personas —vecinas, jóvenes, colectivos de familiares en búsqueda, activistas— llenaron la iglesia central de Huitzuco a dar el último adiós al buscador. No cabía nadie más. El cortejo abarcó varias calles de la localidad. Incluso, decenas de personas que no pudieron acompañar a la familia en su tierra se unieron para despedirlo en la Glorieta de las y los Desaparecidos de la Ciudad de México este domingo 21 de mayo: un acto de memoria para honrar la vida de Mario.
Mario se fue sin saber dónde está su hermano, Tomás; sin embargo, todos los días hasta el final apostó por la articulación de las y los familiares. Entre colectivos y amigos se le conocía como la “hormiga atómica” por su indumentaria y su habilidad para abrir caminos en cualquier terreno en el que realizaba búsquedas en campo, siempre en colectividad. Su partida deja un hueco inmenso en su familia —que requiere en estos días todo el apoyo posible— pero también en el movimiento de familiares y organizaciones que trabajan contra la desaparición. Su sonrisa franca hará mucha falta. Que descanse en paz.