En nuestro país, la tortura sexual contra mujeres sigue siendo una práctica generalizada que es necesario erradicar.

En la sonrisa de Denis Blanco, Korina Utrera y Charly Hernández, tres sobrevivientes de tortura sexual a manos de elementos de la Secretaría de Marina (Semar), hay atisbos de cansancio, de temor, de dudas, pero también de esperanza.

Las dos mujeres y el hombre trans fueron detenidos de manera arbitraria el 27 de agosto de 2011 por elementos de la Marina, quienes les retuvieron ilegalmente en instalaciones militares por más de 30 horas.

Publicado originalmente el día 13 de abril de 2022, en «La lucha cotidiana de los derechos humanos».

En ese tiempo, los marinos les insultaron, discriminaron por su orientación sexual, golpearon, agredieron sexualmente y torturaron. Recientemente, tras once años de luchar para encontrar justicia, sus agresores fueron aprehendidos y se les dictó auto de formal prisión. Hoy, enfrentan un juicio en el que se les respetan los derechos que ellos violentaron.

Llegar hasta aquí no ha sido sencillo. Korina, Denis y Charly primero lucharon por su libertad y después por justicia. Las sobrevivientes, sus familias y sus defensores desafiaron obstáculos institucionales para que los agresores fueran procesados. Aún hoy, ellas enfrentan un proceso complejo, en el que debe asegurarse la garantía de su seguridad, la protección ante posibles represalias y la reparación del daño integral para que empiecen a recuperar su vida de manera plena; para que de nuevo, como lo expresó Denis hace unos días, tengan otra vez “el corazón en calma”.

La detención de los elementos castrenses y el inicio del proceso penal es un paso trascendental para la justicia que ellas y él han buscado. Es resultado de su resiliencia y fortaleza. Sin embargo, aún hay un largo camino por recorrer.

El Poder Judicial de la Federación está llamado, en el caso, a juzgar con perspectiva de género, a respetar el debido proceso y a garantizar la seguridad y participación efectiva de las sobrevivientes, sus familias y sus representantes legales.

En nuestro país, la tortura sexual contra mujeres sigue siendo una práctica generalizada que es necesario erradicar. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad (ENPOL) de 2021, 64.4% de las mujeres entrevistadas dijeron haber sido sujetas a violencia durante la detención; 25% refieren que la agresión fue de carácter sexual.

Desde el Centro Prodh, documentamos esta realidad en el Informe Mujeres con la Frente en Alto, mismo que hemos visibilizado gracias al empuje de muchas sobrevivientes -particularmente, de las dignas mujeres que sobrevivieron tortura sexual en Atenco- a través de la campaña “Rompiendo el silencio. Todas juntas contra la tortura sexual”.

La lucha de Korina, Denis y Charly es parte de esta campaña. Su caso muestra de manera clara los riesgos asociados a la militarización. También evidencia cómo, en el contexto de nuestro país, siempre seguirá siendo relevante que víctimas y organismos de la sociedad civil hagan sinergia para mover hacia adelante la lenta maquinaria de la justicia.

Celebrando este importante avance, no podemos dejar de señalar los pendientes. Muchas mujeres sobrevivientes de tortura sexual no no han alcanzado justicia sino que incluso siguen en prisión. Es el caso de July Raquel Flores Garfias, detenida en la Ciudad de México por policías ministeriales de la Fiscalía General del Estado de Veracruz (FGEV) y la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México el 6 de noviembre de 2020. Durante el traslado a Veracruz, que tuvo una duración inusual, fue sujeta a tortura sexual como lo acreditó en su recomendación 51VG/2022 la CNDH. Pese a ello, esta semana July fue sentenciada sin que el Tribunal Superior de Justicia del Estado de Veracruz haya garantizado un juicio público y transparente.

El camino hacia la libertad y a la justicia, tras sobrevivir a la tortura sexual, no es sencillo, pero la cárcel y la impunidad no son su desenlace fatal. Así como Denis, Korina y Charly hoy vislumbran un atisbo de justicia, sin duda July también arribará a ese punto. Pero para que eso ocurra, es indispensable que desde la sociedad, las instituciones y las propias sobrevivientes, sigamos alzando la voz contra la tortura sexual y la impunidad, hasta que la dignidad se haga costumbre.