AUTOR: Javier Solórzano Zinser
FUENTE: La Razón
FECHA: 22 de febrero de 2017
Ansiedad: Estado mental y emocional que se caracteriza por una gran inquietud, angustia, una intensa excitación y una extrema inseguridad.
Todo parece indicar que los dreamers podrán hacer a un lado, por lo menos por ahora, la ansiedad bajo la cual viven. El anuncio de ayer de Donald Trump mantiene la protección a quienes están bajo el DACA (acción diferida).
Se ha prestado poca atención a la ansiedad en la que viven los inmigrantes estos días. No los deja dormir y cada vez que ven cerca a la policía, aunque no sea la migra, se mueven rápidamente para que no los vean o de plano se esconden.
En los últimos días han optado por no salir de sus casas y están en constante comunicación con sus consulados. Le contaba el lunes de un caso que nos parece particularmente representativo de cómo la ansiedad ha pasado a ser una pesadilla.
Maren tiene 17 años, es originaria de Guaymas y está en el DACA. Fue una de las oradoras en el mitin del sábado en San Diego. No pudo casi hablar porque, nos dijo: «se me juntaron los sentimientos y tengo mucho miedo». ¿Cómo estás viviendo estos días?, le preguntamos. «Me estoy muriendo de la ansiedad, todo el tiempo estoy ansiosa. No puedo hacer nada, no sé qué pueda pasar», respondió.
Quizá Maren y los dreamers puedan estar tranquilos, siempre y cuando Trump no salga con una nueva ocurrencia en materia de migración.
El gran problema sigue siendo para los millones de inmigrantes sin papeles. La ansiedad y el miedo no van a parar. En la medida en que se agudizan las políticas migratorias de Trump, lo cual puede pasar en cualquier momento, obviamente se agudizan las ansiedades y los temores.
Con todas las personas que conversamos el fin de semana en Tijuana y San Diego, ya sea funcionarios, políticos, migrantes y especialistas, la palabra ansiedad es lo que define cómo se sienten los inmigrantes. Se suma otro concepto para definirlo, lo cual tiene lógica: el miedo.
La ansiedad no es algo que se pueda medir, está dentro de uno y no se puede ver. Llega a inmovilizar y a crear estados de depresión y negatividad, los cuales no se curan con una aspirina.
No tiene edad y entre los niños particularmente adquiere una dimensión seria y de consecuencias. Tienen menos mecanismos de defensa y les puede parecer normal cuando no lo es.
Por más que imaginemos lo que pasa por las cabezas de los miles de niños y niñas que desde Centroamérica cruzan nuestro país para tratar de ingresar a EU en busca de sus padres, sólo son ellos quienes saben en carne propia lo que pasa. Además de la pesadilla que viven, las secuelas terminan por ser impredecibles y más si no se les atiende, como suele suceder.
Antonio Villaraigosa nos narró lo que ha visto estos días: «si de por sí los inmigrantes están todo el tiempo cuidándose, ahora se han dado cuenta de que pueden ir por ellos a sus casas, sin siquiera tocar a la puerta. Están todo el tiempo bajo la ansiedad de lo que les pueda pasar, como te dijo Maren».
Las secuelas de lo que están viviendo los inmigrantes quedarán en la historia de sus vidas. Están asustados sabiéndose agredidos y discriminados por el gobierno de un país al que han servido, en la mayoría de los casos, de una manera honesta y leal.
Están ansiosos y esto, todos los sabemos, no es cualquier cosa. Afecta el ánimo y al cuerpo, todo se ve negativo y no deja vivir; en eso también andan los inmigrantes.
** Resquicios.
-El acto en que la PGR ofreció una disculpa pública a Teresa González, Jacinta Francisco Marcial y Alberta Alcántara Juan es un acto de justicia tardío. La ceremonia de ayer comprobó la rabia y el dolor contenidos de las mujeres indígenas ante un público que no cejó en lanzar demandas y en algunos casos hacer ver abiertamente la injusticia bajo la cual viven. En algo al menos ayer nos reconciliamos en medio de todo lo que nos falta.