AUTOR: Thelma Gómez
FUENTE: Newsweek en Español
FECHA: 25 de enero de 2017
HAY HISTORIAS que se escriben porque es preciso dejar constancia de lo que se vivió, del camino que se recorrió para tratar de entender aquello que es incomprensible y para desmontar las mentiras con las que se busca ocultar la verdad. Hay historias que se escriben para dejar un testimonio de lo que se aprendió y para que cuando otros las lean, también aprendan; para que encuentren las herramientas que les pueden servir en su búsqueda de justicia. I iay historias que se escriben para alimentar la memoria, porque es necesario recordarlas una y otra vez; porque esos hechos que marcan a una comunidad, a un país, no se pueden olvidar. Por todo eso, Carlos Martín Beristain escribió este libro: El tiempo cíe Ayotzinapa.
Después de formar parte del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), creado por la Comisión lnteramerieana de Derechos Humanos (CI DH), para investigar la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, la noche del 26 de septiembre de 2014, Carlos Martín Beristain decidió escribir este libro en donde se encuentran las historias que se vivieron durante los 16 meses de la investigación.
El tiempo de Ayotzinapa, publicado por Ediciones Akal (2017), es el testimonio de cómo y en qué condiciones se realizaron los dos informes que los miembros del GIEI -Beristain, Claudia Paz, Ángela Buitrago, Francisco Cox y Alejandro Valencia entregaron en septiembre de 2015 y en abril de 20Í6. Ks una historia que muestra los mecanismos de
1.a impunidad en México: cómo se desvió la investigación, cómo se ocultaron y destruyeron pruebas, cómo se dejaron a un lado Jos testimonios de testigos clave, cómo se impidió que se entrevistara a los militares del 27 batallón, cómo se buscó que nadie se enterara del quinto autobús. lisa impunidad que Beristain describe en el libro como algo más allá de «la ausencia de justicia, es también un sisLema educativo. La peor escuela. En ella se enseña no solo que el crimen llega con Mta de castigo, sino que no puedes hacer nada para cambiar la realidad que te rodea».
Y es contra esa idea, el pensar que no se puede hacer nada para cambiar la realidad de México, que Beristain también ha escrito este libro, lisa «impotencia aprendida» es algo ante lo cual no puede ser indiferente. Va en contrasentido de lo que ha sido su propia historia: un médico y doctor en psicología que aprendió a reconocer las huellas físicas y psicológicas que deja la tortura, el desplazamiento, las ejecuciones extrajudiciales y la desaparición forrada al trabajar con víctimas en países como Angola, El Salvador, Ecuador, Argentina, Guatemala, Colombia, Perú y México. Un referente mundial, cuando se habla de atención psicosocial a las víctimas de violaciones a derechos humanos. Un hombre que ha buscado cambiar la realidad al documentar esas violaciones y participar como coordinador del informe «Guatemala: Nunca más», y ai ser asesor de las (¡omisiones de la Verdad de Perú, Ecuador y Paraguay: Para quien ha sido perito para la evaluación médica y psicosocial de la Corte Interamericana de Derechos I lumanos (Col >11!. México es un gran «laboratorio de impotencia aprendida», en donde esa impo tencia se instala como una «convicción individual y colectiva. Ese es un gran impacto de la impunidad». Con esas frases Beristain me habló del panorama que veía en mayo de 2015, justo cuando el CIE! empezaba a encontrar las primeras contradicciones y vacíos en la investigación de la PGR sobre la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa.
Ahora, en enero de 2017, cuando hablamos de El tiempo de Ayotzinapa, Beristain explica que este iibro, así como los dos informes del GlEI, son herramientas para quebrar ese sentido de «impotencia aprendida».
-Mucha gente nos dijo: «¡No van a poder!» La impunidad pone un mandato de imposibilidad. Creo que hay que luchar contra esos mandatos. No quiero ser ingenuo frenlc a lo que se enfrenta, pero también se debe tener inteligencia y sensibilidad para buscar cuáles son las rendijas que nos ayuden a transformar la situación. Para mí, la condena a la impotencia es lo peor. Te deja sin el poder de la transformación. Los informes que hicimos son una herramienta de transformación. Muestran cómo investigar un caso complejo, de alto impacto, en condiciones políticas difíciles. Nosotros quisimos dejar cosas constructivas para la gente y que no cerraran las puertas para la defensa de ios derechos humanos. Hasta donde se pudo, el trabajo del GIFJ fue un elemento clave para dejar cosas muy importantes para este país. Los informes que realizamos no son para una semana.
Son informes para diez años. Para tener una perspectiva del trabajo no solamente para este caso, sino para otros casos. Son informes que muestran maneras de investigar, de trabajar. Son ejemplos para otras situaciones, por ejemplo, para la formación de fiscales, de periodistas, de personal de salud que se enfrenta a ese tipo de situaciones. El libro lil tiempo de Ayotzinapa puede ser otro informe que hace caminar los contenidos técnicos de los dos informes. En parte este libro es mostrar el camino que nosotros hemos hccho para que haya aprendizajes para otros.
-¿Qué otras herramientas puede tener un país para empezar a tumbar la impunidad y la impotencia? -Los informes del G1E1 también tienen una agenda a seguir. En el último capítulo del segundo informe hay 22 recomendaciones, lisos son los cambios estructurales que necesita México. Esa es una agenda de transformación que deben tomar académicos, las ONGy diferentes sectores del país que están siendo afectados por ese círculo de violen cia, violaciones a los derechos humanos, corrupción e impunidad. Ese círculo solo se puede quebrar por la impunidad.
Los informes, el segundo especialmente, también tienen un espacio dedicado a las políticas respecto a la desaparición forzada, muestran líneas de trabajo para que la sociedad les dé seguimiento.
Hay una herramienta en la que milito, creo y forma parte del sentido de mi trabajo: la empatia. El ponerse en el lugar de la gente. El tiempo de Ayotzinapa es también la historia de la gente. Solo cuando estas historias sean también las historias de la gente como tú o como yo, nos ra mos a dejar tocar por esa experiencia y vamos a hacer que esto sea inaceptable colectivamente. Solo eso va a generar una movilización hacia la transformación. laciones a derechos hu manos tomó mayor fuera hace poco más de siete años, cuando comenzó a impartir talleres de ayuda psicosocial a familiares de personas desaparecidas.
En abril de 2012, cuando el país discutía Ja creación de la Ley de Víctimas, lo entrevisté por primera vez. En ese entonces él ya alertaba sobre la urgente necesidad de reconocer las «consecuencias de la violencia», esa violencia que comenzó a crecer en forma incontrolada desde que Eelipe Calderón, en diciembre de 2006, lanzó su «guerra contra el narcotráfico».
Entre las cosas que el listado debe hacer -me dijo entonces- es «buscar a los desaparecidos. Identificar los mecanismos de impunidad, contar con peritos independientes en los procesos de identificación y búsqueda, para que exista la confianza de la gente en los procesos de investigación».
-¿Cómo explicas la evolución que ha tenido la desaparición forzada en México? -le pregunto ahora.
-Muestra cómo la dimensión del problema se trató de minimizar durante mucho tiempo. Entre el fin del sexenio de Calderón y el principio de Peña Nieto hubo una discusión sobre el número de desaparecidos. Ahora ni siquiera se discute sobre eso. Ahora el asunto se asume como «un problema normal», cuando es un escándalo. Esc.) es muy duro, porque muestra que no se ha tomado el problema en serio y que los mecanismos que han hecho posible todo esto se han mantenido en el tiempo y eso aumenta también el nivel de responsabilidades. Al principio no sabíamos muy bien qué pasaba, pero diez años después hay una responsabilidad de Jas políticas públicas frente a esto. En Colombia o en Guatemala ha habido procesos de investigación judiciales que han dado resultados. En México no tienes casos con resultados y esto demuestra algo que es muy preocupante en. el país. Si no hay un quiebre en esa impunidad, las lógicas de esa violencia se van a seguir manteniendo. En cuanto a los familiares, nos hemos enfrentífS^jfftiuV diferentes situaciones, lin los primeros talleres los familiares no teman herramientas; eran talleres para.llorar, para abrazarse, para hablar del dolor, para tratar de entender qué está pasando. Muchos de estos familiares han ido creciendo, entendiendo más, fortaleciéndose, convirtiéndose en defensores de derechos humanos, en sujetos sociales y políticos con una voz, con una claridad. Han sido ellos, los familiares, los que han hecho que este tema no se olvide, son ellos los que hacen una llamada permanente sobre la herida que sigue teniendo México, una herida que va a perseguir al país en los próximos 20 o 30 años o más. El tiempo de Ayotzinapa es también un intento de contar el ejemplo de los familiares, del trabajo con ellos, de lo que es importan te para ellos en un proceso así. De eso también tenemos que aprender. K1 libro también está escrito pensando en que los familiares lo van a leer. Y espero que se sientan reconocidos. Es una de las cosas que uno puede hacer en esos procesos que son tan complicados, tan duros y frente a los que uno se puede quedar con tanta impotencia. El libro es una manera de no quedarse en la impotencia de lo que no se pudo seguir haciendo. Hay que empujar en esa dirección, buscar otras herramientas.
-Ante la impunidad que hay en México las victimas están buscando justicia fuera del país. ¿1.a fractura de la impunidad en México se tiene que provocar dese afuera? -Estoy convencido de que se necesitan mecanismos extraordinarios para enfrentar la si tuación. Para la gran cantidad de casos que tiene el país, y la emergencia que sigue enfrentando de derechos humanos, no hay salida con los mecanismos que tiene el Estado. Internamente no hay capacidad de respuesta. Se necesitan mecanismos extraordinarios, mecanismos mixtos en donde se una la parte nacional y una internacional. El ejemplo del Gl El es una muestra. Creo que es una fórmula que se tendrá que dar en el futuro… Se necesitan mecanismos extraordinarios, como una comisión de la verdad, para hacer frente al enorme impacto del dolor y el sufrimiento de tanta gen te. Eso es parte de lo que puede hacer otro futuro para México, que no sea lo que hoy se está viviendo.
En El tiempo de Ayotzinapa se lee que «la gran victoria del po der es haber convertido la historia en un armario viejo por el que nadie se interesa». Por ello es importante alimentar la memoria. El libro de Beristain cierra con una frase que se convierte en un golpe contra esa impotencia aprendida: «…la verdad se empeña si hay quien la empuje. Y, aquí y allá, hay».