AUTOR: Catalina Noriega
FUENTE: El Sol de México
FECHA: 26 de octubre de 2016
Alo que se ve paseaba tan campante por Iguala. Cayó Felipe Flores, exsecretario de Seguridad y «primer primo» del exalcalde, José Luis Abarca. Lo pescaron el viernes, cuando salía de visitar a su cónyuge, lo que parecería inverosímil en el caso de un fugitivo.
Tendría toda la confianza de estar en su terruño, bajo » la protección de esos «Guerreros Unidos» que, a la fecha siguen controlando la doliente zona Ni la desaparición de los 43 normalistas, ni el escándalo internacional, limpian la » región infestada por el narco.
Tras el septiembre negro del 2014, las diligentes autoridades juraron que se pondría un hasta aquí, al creciente número de delitos. Se envió policía federal y » estatal a resguardar el sitio condenado por la tragedia »y, en lugar de que las cifras rojas bajaran, han subido.
»De entonces a ahora se contabilizan más homicidios, extorsiones, secuestros, lo que implica que las fuerzas de «»seguridad, sirven para maldita la cosa.
Después de que se tragara la tierra a los 43, que las voces 1 del extranjero condenaran el hecho y exigieran justicia; » que los organismos defensores de Derechos Humanos » demandaran la verdady los padres y madres desesperados, por ni siquiera poder hacer el duelo, la PGR y el resto del 1 aparato estatal, confirman su absoluta incapacidad para » resolver el expediente.
Al fin aprehenden a quien desde el inicio se consideró como el autor, pieza fundamental del rompecabezas para conocer el destino de los normalistas.
El interfecto tenía carrera larga. Dos años antes de » los macabros sucesos, se le acusó por su complicidad en el homicidio de un líder de la FUP, quien de acuerdo a la acusación de un testigo, murió a manos del propio Abarca. Así lo denunció el chofer del occiso (Nicolás Mendoza), quien con un valor a prueba de fuego, declaró ante el Ministerio Público la forma en que se asesinó a su patrón, Arturo Hernández Cardona. Por supuesto ahí quedo el asunto.
Al tal Flores también se le señaló por ordenar extorsiones y secuestros, contra empresarios y comerciantes. Tampoco se le tocó un pelo.
Con la mayor de las desvergüenzas, al día siguiente de la fatídica noche, llegó a entregar, a la Procuraduría General del Estado, a los policías «que habían intervenido en el zafarrancho» Cínico, declaró que no se había enterado. Que, había escuchado algunos disparos y gritos, que salió de su oficina y no vio nada, por lo que se quedó tranquilo. Después de esta gloriosa verborrea, se esfumó de los sabuesos de la ley, hasta el viernes en el que, ¡Eureka!, le echaron el guante. Si no se tratara de algo tan serio, daría risa.
Poco espero que surja de su bocaza: sostendrá sus mentiras, a pesar de que estuvo en contacto telefónico constantecon su jefe, Abarca, durante las horas del conflicto.
A él se supone le dieron la orden de evitar que los jóvenes reventaran el festejo, del edil y su señora -María de los Angeles Pineda-, a la que le pensaba heredar el caigo.
O tenemos la más inútil procuraduría del planeta, o se está solapando el negociazo de involucrados de peso completo. Pueden argumentar cifras enormes de declaraciones, cáteos, búsquedas y demás herramientas de investigación, que resulta inexplicable que dejaran ir al exgobernador Angel Heladio Aguirre, o que jamás se supiera qué dijo el matrimonio encarcelado, o porqué sigue la zona en manos del narco.
Incompetencia o encubrimiento, con o sin Felipe Flores, la suerte de los normalistas seguirá siendo una interrogante. Inaudito hasta en la última de las repúblicas bananeras.