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Autor:.Gloria Leticia Díaz

Fuente: Proceso

Fecha: 14 de Agosto de 2016

GLORIA LETICIA DIAZ Investigado por la Visitaduna General de la Procuraduría General de la República (PGR) por haber realizado diligencias sobre la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos sin notificarlas, Tomás Zerón de Lucio, director de la Agencia de Investigación Criminal (AIC), es identificado por Laurence Maxwell Ilabarca como el conductor del interrogatorio irregular al que fue sometido el 20 de noviembre de 2014, después de participar en una marcha para exigir la presentación con vida de los estudiantes. 

En vísperas de que la procuradora Arely Gómez dé a conocer a los padres de los 43 desaparecidos y a sus representantes las conclusiones de la investigación realizada por la Visitad.uría General, el ciudadano chileno Maxwell Ilabarca detalla en un escrito y en entrevista con Proceso aquel interrogatorio y el hostigamiento de Zerón para que se autoinculpara como «terrorista» y «anarquista». 

Semanas después de que Maxwell Ilabarca regresó a Chile tras permanecer 10 días en una prisión mexicana de máxima seguridad, investigó quiénes eran los funcionarios que en las instalaciones de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) lo separaron del grupo de 11 detenidos. 

Relata que éstos no se conocían entre sí porque fueron capturados en distintos lugares cercanos al Zócalo de la Ciudad de México a fin de acusarlos de terrorismo, delincuencia organizada, tentativa de homicidio y motín. Los 11 fueron exonerados por el Poder Judicial ante la deficiente indagatoria de la PGR. 

Laurence buscó en internet imágenes de funcionarios de 1a. PGR hasta que identificó a uno de los cinco que lo interrogaron en una oficina de la SEIDO sin que estuvieran presentes ni su abogado ni personal del consulado chileno. Era el director de la AIC. 

Afirma que Zerón de Lucio era el «sujeto que esa noche (del 20 de noviembre de 2014) había dirigido el interrogatorio que duró aproximadamente una hora o poco más, eso fue tres o cuatro horas después de la detención». 

En la entrevista telefónica desde Chile, el músico y escritor doctorado en literatura por la UNAM describe la actitud de Zerón. Considera que él estaba «atrás de ese interrogatorio, no solamente por la manera que se comportaba, sino que me quedaba claro que él era un funcionario importante, porque los demás se dirigían a él con formas de respeto u obediencia». 

Maxwell Ilabarca, quien vivió ocho años en México, se enteró que la PGR abrió una investigación hacia Zerón de Lucio después de que el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) demostrara en su último informe que el director de la AIC encabezó diligencias en el río San Juan, en Cocula, el 28 de octubre de 2014, en compañía de uno de los procesados por el caso, Agustín García Reyes, y no consignó esas actuaciones en el expediente. 

Desde entonces (septiembre del año pasado) los padres de los estudiantes desaparecidos exigen que Zerón sea destituido. 

En manos de la PGR Maxwell Ilabarca, de 48 años, resalta que comentó su experiencia en diciembre de 2015 con dos padres de normalistas desaparecidos, Mario César González y Clemente Rodríguez, cuando éstos fueron a Chile. 

«Alcancé a tener conciencia de la situación y resulta bastante aterrador haber estado en manos de un funcionario de estas características, por el poder aparente que tiene de decidir de manera autocrática sobre cierto tipo de cosas; de tener esa libertad y todos los medios a su alcance para construir cuentos e historias y ocultar la realidad», comenta el chileno, quien fue dirigente estudiantil en la década de los ochenta y participó en el movimiento social contra el dictador Augusto Pinochet. 

Para él es evidente que Zerón de Lucio no actúa por cuenta propia: «Tiene que estar en comunicación con sus superiores; si bien él me interrogó y probablemente orquestó el montaje del que fuimos víctimas, no me cabe duda de que debió haber consultado a sus superiores». 

Recuerda que la noche del 20 de noviembre, después de que lo golpearan policía federales, fue conducido con 10 mexicanos a la SEIDO, donde los tuvieron varias horas «parados frente a una pared». 

Luego unos agentes lo separaron del grupo y lo llevaron a una oficina. 

Fue al único que interrogaron antes de que a los otros se les tomara su declaración ministerial por cargos de terrorismo, delincuencia organizada, motín y tentativa de homicidio contra un policía federal. 

«Sabía que el interrogatorio no era legal porque no estaban presentes el abogado ni el cónsul, pero decidí contestar las preguntas porque no tenía nada que ocultar. Pensaba que cuando los funcionarios se dieran cuenta de su error me dejarían libre. Me equivoqué», dice. 

Enseguida ofrece detalles del interrogatorio: «Eran cinco personas. Me mostraron de lejos un expediente, blofeando, haciéndome ver que sabían todo sobre mi persona, pero en realidad eran cosas sacadas de internet sobre mi paso por el movimiento estudiantil durante mi juventud en Chile, de mi banda de música (Los Sopes); de mis viajes a Colombia, Bali, Argentina, Perú., Bolivia y Ecuador. Lo único extraño fue una foto mía saliendo de la Sección IX del sindicato de maestros en la Ciudad de México, donde mi banda y yo teníamos nuestra sala de ensayo. Yo me imagino que ellos (los funcionarios) sacan fotos regularmente a las personas que entran o salen de la Sección IX». 

Quienes lo interrogaron «jugaban al papel del policía bueno y el policía malo». 

A Zerón le tocaba «el personaje que aparentaba ecuanimidad». 

No obstante, los cinco estaban muy molestos: «Insistían en por qué chingados estaba en una marcha que tenía que ver con un tema que le competía a los mexicanos; siendo yo un extranjero; qué tenía que estar haciendo de revoltoso, que si me creía el Che Guevara, que si quería montar una escuela de guerrilla, que si era parte de una red terrorista». 

En su escrito, Maxwell Ilabarca revela lo que le preguntaron: «Cuando se seguía desarrollando el interrogatorio, bajo presión psicológica y comentarios intimidatorios en mi contra, habló por fin Tomás Zerón. Me preguntó: »¿Qué crees que pasó en Iguala con los estudiantes de Ayotzinapa? A lo que contesté que manejaba la información que se había publicado en la prensa». 

El jefe de la AIC respondió «con un aire despectivo y agresivo»: «¿Y tú sabías que esos normalistas no estudian?, ¿que eran unos agitadores?, ¿que nada más andaban de revoltosos?». 

El chileno comentó: «Aunque hubiese sido así, no era motivo para asesinarlos o hacerlos desaparecer». Entonces Zerón «subió el tono y dijo: »Los que van a las marchas no tienen idea de lo que pasa y no dejan trabajar tranquilo al gobierno». 

En la entrevista revela otras preguntas de ese interrogatorio irregular: «Me preguntó sobre mi familia: mis padres, mis hermanos… cómo había llegado a México, por qué estaba ahí, y en determinado momento soltaba preguntas como »¿cuándo te convertiste en terrorista?», »¿con qué grupos terroristas tienes relaciones?», »¿desde cuándo eres anarquista?» Cosas asi, que nunca han sido ciertas. 

«Zerón me decía: »¿Has estado alguna vez en la cárcel?». Yo le dije que no, a lo que respondió: »Ahora vas a conocer las cárceles mexicanas, que son de las peores del mundo, de ésta no te vas a salvar». 

Decía cosas de esa naturaleza sin previo juicio, sin previa investigación, sin posibilidad de defensa. Ya tenían decidido qué hacer con nosotros.» Para Maxwell Ilabarca, eso explica que un día después de que lo detuvieran, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, declaró a la prensa que «el chileno era el más violento, que era el que había agredido al policía», por lo que el embajador de ese país, Ricardo Núñez Osorio, «tuvo que llamarle para decirle que se abs tuviera de inculpar a una persona contra la que no tenía pruebas». 

Incluso considera muy probable que esa decisión de implicarlo en actos que no cometió provocara los golpes que le dieron durante el traslado de la Ciudad de México al presidio federal de Villa Aldama, Veracruz. El agresor fue un agente que videograbó la acción con su celular y decía recibir órdenes de Águila Real. 

Los responsables de trasladar a los detenidos los torturaron psicológicamente. A decir del chileno, les decían que para ellos no existían los derechos humanos y que si querían podían desaparecerlos. «Nos decían que nos llevaban a Ayotzinapa y que ahí nos iban a cortar en pedacitos». 

Añade que al revisar el expediente de la causa penal 45/2014 se enteró de que a los 11 detenidos la PGR los acusaba de formar parte de un grupo anarquista «que odia la nanotecnología» y que anteriormente habían atentado contra un profesor del Instituto Politécnico Nacional; que estaban vinculados con Ted Kaczynski, un unabomber estadunidense, así como a Mauricio Morales Duarte, el anarquista chileno que murió en 2009 al estallar una bomba casera que portaba en una mochila. 

Otro cargo fue que golpearon a un policía federal, quien durante el proceso judicial no se presentó a los careos. 

Proyecto truncado En defensa de los 11 detenidos tras la marcha de noviembre de 2014 actuaron varias organizaciones sociales y abogados independientes, entre ellos Karla Micheel Salas y David Peña, integrantes del Grupo de Acción por los Derechos Humanos y la Justicia Social, quienes evidenciaron las fallas en la integración de la averiguación previa. 

A decir de Maxwell Ilabarca, en su liberación influyó la presión que el gobierno de Michelle Bachelet ejerció hacia el de Enrique Peña Nieto e incluso las llamadas del entonces secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), Miguel Ángel Insulza. 

Como dirigente estudiantil en los ochenta, Maxwell participó al lado de Alvaro Elizalde y Víctor Osorio, actuales ministros del gobierno de Bachelet. Además, cuando el grupo de 11 estaba detenido, se preparaba la Cumbre Iberoamericana que tendría lugar el 8 de diciembre en Veracruz y adonde participaría Bachelet. 

Está convencido de que, además de la defensa legal, quienes montaron las acusadones en su contra «se dieron cuenta que se habían equivocado de persona cuando vieron las manifestaciones sociales, los vínculos de nivel internacional y diplomáticos». 

Considera que el comportamiento de funcionarios como Tomás Zerón, «evidencia que sienten que tienen todo a su disposición y todo el poder de hacer cualquier cosa, incluso una barbaridad, tan es así que ya van para dos años de lo de Ayotzinapa y todavía no hay realmente conocimiento y esclarecimiento de lo que pasó ahí». 

Autor de la novela Daño estructural, Maxwell Ilabarca está preparando un libro de cuentos que se llamará E¡ gato en el congelador; afina un cortometraje que se llamará Elcira, y trabaja en su comunidad rural re forestando tierras. 

Resalta que tras salir de México dos días después de su liberación, «como una sugerencia de la embajada chilena», tuvo que reestructurar su proyecto de vida. Por eso también estudia la posibilidad de demandar al gobierno mexicano la reparación del daño, pues pasó »10 días en una cárcel de máxima seguridad por delitos que no cometió. 

«Mi plan era vivir en México -relata-, hacer un aporte a la sociedad mexicana. Ya llevaba alia ocho años, era el país que yo había elegido para vivir. Tenía un gato, un departamento bien bonito en la Roma; tenía mi banda que se llamaba Los Sopes desde hacía cuatro años y estábamos a punto de grabar un disco. Estaba por presentar el examen de grado y tenía un montón de amigos… y me exiliaron, me obligaron a abandonar todo lo que estaba haciendo. 

Me siento exiliado injustamente.» Finalmente presentó su examen de doctorado en literatura a través de Skype, se postuló para un postdoctorado en Brasil y no descarta volver a México cuando finalice el gobierno de Peña Nieto: «A ver qué pasa después de las elecciones (de 2018), qué tanto cambio hay después de que se vaya Peña Nieto, porque tengo entendido que Tomás Zerón no solamente es un hombre de este sexenio, viene de antes en su labor, y no tengo para nada asegurado que no vaya a continuar».