MEDIO: Excelsior
TIPO: Periódico
AUTORÍA: Humberto Musacchio
FECHA: 13 de febrero de 2015
Por fortuna hace unos días el Poder Judicial determinó exonerar a Claudia Medina cuyo caso tomó en sus manos Amnistía Internacional.
El 17 de agosto de 2012, elementos de la Armada aprehendieron a la ciudadana Claudia Medina en su domicilio particular de donde fue llevada a instalaciones de la marina de guerra. Por36 horas sufrió tortura física sexual y sicológica hasta que aceptó firmar un documento en que se incriminaba. Luego fue presentada ante los periodistas como integrante del cartel Jalisco Nueva Generación y sometida a proceso acusada de delincuencia organizada, operación con recursos de procedencia ilícita y otros delitos.
La juez tercera de distrito con sede en Boca del Río, Cándida Ojeda, la declaró culpable sin tomarse la molestia de escuchar a la defensa ni de averiguar si la presunta confesión había sido obtenida mediante apremios ilegales. Por fortuna, hace unos días, el Poder Judicial determinó exonerar a la acusada, cuyo caso tomó en sus manos Amnistía Internacional.
Es frecuente la participación de uniformados —sean policías, marinos o miembros del Ejército— en abusos de autoridad como se demuestra con lo ocurrido en Tlatlaya, donde elementos militares ejecutaron sin juicio a varios detenidos.
Otro caso es el proceder del batallón 27 de infantería con sede en Iguala, a fines de septiembre, cuando los normalistas de Ayotzinapa fueron asesinados unos y secuestrados otros en una jornada donde el mando incurrió en falta por omisión, si no es que por comisión, en perjuicio de los estudiantes.
Viene al caso citar estos hechos porque, al celebrarse el centenario de la Fuerza Aérea Mexicana, el general Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa Nacional, dijo, sin aclarar a quiénes se refería, que «hay quienes quisieran distanciarnos (a los militares) del pueblo» y aun aceptó que «algunos lo han logrado».
En otra parte de su discurso, el general recordó que las tropas han estado con los mexicanos en momentos difíciles, pero no se refería a la actuación humanitaria en casos de desastre, que muy merecidamente le han ganado prestigio y reconocimiento alasfuerzas armadas. El titular de la Defensa precisó que esos «momentos difíciles» eran ésos en que «se ha puesto a prueba la fortaleza del Estado y la democracia» o aquéllos que representaban un riesgo para la soberaníay la seguridad interior.
El enunciado anterior se quedó también sin las necesarias precisiones y bien pudo referirse a momentos en que por la ineptitud de las autoridades civiles, se ha llevado a nuestras fuerzas armadas a infaustas actuaciones frente a protestas campesinas o huelgas obreras, como la de los ferrocarrileros en 1959, o bien, cuando en los años setenta, so pretexto del combate a la guerrilla, se quemaron pueblos enteros del estado de Guerrero y sus habitantes fueron sometidos a toda clase de vejaciones.
Por supuesto, está muy presente que en el movimiento estudiantil de 1968 el gobierno civil usó y abusó del Ejército. No puede olvidarse que en la matanza de Tlatelolco, a manos del Batallón Olimpia cayeron igualmente manifestantes y militares por el fuego indiscriminado que se lanzó contra la Plaza de las Tres Culturas. Los responsables de ese hecho vergonzoso, desleal y antipatriótico fueron premiados con varios ascensos y otros reconocimientos, sin que hasta ahora casi medio siglo después, se hayan deslindado ante la opinión pública y los tribunales las responsabilidades por aquel despliegue de barbarie.
De modo, pues, que los promotores del distanciamiento entre el pueblo y sus fuerzas armadas son los gobernantes que embarcan a éstas en tareas que no les corresponden. Eso está claro.