El presente número especial de tortura está dedicado a una de las más lacerantes violaciones a los derechos humanos, y en realidad a todas aquellas víctimas que en manos de autoridades han sufrido la tortura.
Estamos hablando de un acto intencionado cometido desde las ventajas del poder. La tortura busca a través del sometimiento anular la personalidad de la víctima o disminuir su capacidad física o mental, para conseguir a través de sufrimientos físicos, sexuales y psicológicos un fin determinado: una confesión, imponer un castigo ejemplar, brutalidad policial, criminalizar de un delito no cometido, o cualquier otra motivación.
Existe un gran andamiaje jurídico en torno a la prohibición de la tortura. En el derecho internacional de los derechos humanos, es equiparable a la prohibición de la esclavitud o el genocidio. La tortura física, sexual y psicológica es inadmisible bajo cualquier circunstancia, incluso la guerra y la emergencia pública.
Esta prohibición es tan fuerte y aceptada universalmente que se ha convertido en un principio fundamental del derecho internacional consuetudinario. La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en jurisprudencia reiterada ha establecido que: […] Existe un régimen jurídico internacional de prohibición absoluta de todas las formas de tortura, tanto física como psicológica, régimen que pertenece hoy día al dominio del iuscogens. La prohibición de la tortura es completa e inderogable, aun en las circunstancias más difíciles […]
En México a pesar de ello, en voz del Dr. Juan Méndez, Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la Tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos y degradantes, esta acción tan degradante se aplica de forma generalizada, no existe corporación policial alguna que no recurra a la tortura como método de trabajo. Las conclusiones del Relator Especial en su visita a México del 21 de abril al 2 de mayo de 2014 fueron contundentes: “Tengo la obligación de decir al gobierno de México, pero también a la sociedad mexicana, que hay una especie de endemia de la tortura que hay que corregir”.
Más aun, el presente número hace referencia a una especie de tortura que da cuenta de la vulnerabilidad específica y agravada que viven las mujeres frente a las autoridades policiales. Estamos hablando de la tortura sexual, en donde el cuerpo femenino se convierte en campo de batalla y en donde las agresiones sexuales son un instrumento para infligir tormentos físicos y psicológicos, que no se explican de otra manera sino como la violencia de género institucionalizada.
En la actualidad, el Centro Prodh junto con otras organizaciones de la sociedad civil y Amnistía Internacional lanzaron dos campañas: Rompiendo el silencio: todas juntas contra la tortura sexual y Stop Tortura, que exigen detener este lacerante flagelo, exigiendo a las autoridades mexicanas que dejen de utilizar la tortura como método de investigación policial y con ello eviten vincular a delitos a personas inocentes.
Torturar no es justicia, torturar es incurrir en la ilegalidad, torturar es atacar la dignidad humana, torturar es sinónimo de impunidad.