BAJO LA LUPA | Resistencia colectiva ante la indolencia, por Lilian Paola Ovalle

El proceso de normalización de la violencia quizá podría rastrearse desde antes del inicio de la mal llamada “guerra contra el narco” emprendida por Felipe Calderón. Sin embargo, es innegable que el discurso oficial de criminalización de las víctimas durante su sexenio tuvo un efecto demoledor en la capacidad de condolencia de los mexicanos.

En México son las víctimas quienes arriesgan su seguridad para entrar a territorios controlados por el crimen organizado a conseguir información sobre el paradero de sus familiares, a identificar fosas clandestinas, y a encontrar (desenterrar) a sus seres queridos. Y finalmente, en México, son las víctimas quienes también llevan a cabo el ejercicio de memoria y gestión de espacios para la conmemoración de sus allegados.

Los espacios que se pretenden articular en la naciente Red Mexicana de Lugares de Memoria son heridas abiertas en el territorio nacional, lugares que han surgido en medio del horror y que cuentan con un enorme potencial para convertirse en espacios para una memoria reparadora y en resistencia.