BAJO LA LUPA | Mujeres y violencia, por Pedro Ángel Palou

Un grupo de policías viola a una joven en la Ciudad de México. Cientos de mujeres protestan, arrojan diamantina contra un funcionario de seguridad. La jefa de Gobierno defiende a los uniformados, la rabia aumenta. Se organiza una marcha. Como otras veces, hay infiltrados que buscan violencia y denostar la lucha legítima de las mujeres por su seguridad en un país machista. Un hombre incluso —se ve en el video— da órdenes a otro para que golpee a un periodista. Dos hombres, infiltrados. Hay, es cierto, vidrios rotos, una estatua con pintas. Al día siguiente cierta prensa muestra indignación por el vandalismo de las mujeres y entonces descalifican la marcha.

Los cuerpos femeninos son víctimas de la precariedad, que se ha vuelto condición de dominación y nos coloca vulnerables. Su contraparte es la protección política y la inmunización social contra el peligro. Lo precario no es un estado de excepción, sino la condición de normalidad.

Precaridad, así designaría una dimensión ontológica de los cuerpos y las vidas. Una condición inexorable no sólo por condición mortal, sino por social. Precariedad podríamos considerarla categoría del orden que denota efectos de compensaciones políticas, legales y sociales. Denota posiciones sociales de inseguridad y su jerarquización acompaña procesos de exclusión. Pero la tercera dimensión de lo precario, según Lorey, es la dinámica de precarización gubernamental. Designa los modos de gobierno desde las condiciones capitalistas-industriales de producción e implica desestabilización a través del trabajo y la desestabilización de la vida y los cuerpos.

En la UNAM, Judith habló a la luz del duelo por los normalistas de Ayotzinapa. Opinó que si no se puede confiar en la ley, hay que oponerse a la violencia. Butler ha discutido la dignificación de la vida en la muerte en su Vida precaria (2004), al pensar que una vida es digna de duelo, de recordarse con dolor. En el México de la violencia arbitraria y sistémica, tenemos derecho a pensar y a articularnos políticamente. Demandas concretas son lo urgente. Con o sin diamantina, sigamos marchando.