BAJO LA LUPA | Construir y destruir instituciones policiales, por Ernesto López Portillo

Hay muchos modelos policiales, pero una cosa está clara cuando se habla de la policía propia de un Estado democrático y de derechos. Bajo este régimen constitucional, la policía y la ciudadanía construyen un trabajo colaborativo y corresponsable.

Para decirlo de una manera muy gráfica, si la policía decide qué hacer, actúa y evalúa su actuar sin ponerlo a discusión con el destinatario del servicio, es decir, la ciudadanía, entonces no estamos ante lo que se conoce como la función policial democrática. Donde la policía se abre a la comunidad, las oportunidades crecen para este paradigma. Donde la policía se cierra, se reproduce un patrón autoritario que la coloca “por encima” de la ciudadanía, donde la institución supuestamente tiene la solución y la ciudadanía no. Así se puede sintetizar el contraste entre una policía democrática y otra autoritaria.

Si es posible crear y destruir instituciones policiales sin que importe lo que la gente piensa; si es posible hacerlo sin justificarlo de manera pública y suficiente, entonces estamos ante una clara representación del patrón autoritario. Es el modelo policial donde la cadena de mando operativo funciona como extensión en línea de la cadena de lealtad política. La policía mira hacia arriba –a su mando- o mira de frente –al ciudadano- en palabras de David Bayley. Son dos tipos de policía, la que antepone la lealtad política sobre el mandato institucional o la que hace lo contrario.

Entre los recursos más utilizados para reproducir el modelo policial autoritario está el fomento de la disciplina militar; es de conocimiento internacional explorado que la función policial democrática promueve parámetros de disciplina coherentes con la descentralización de la toma de decisiones, mediante el desarrollo de criterios profesionales propios de técnicas policiales civiles; al revés lo hace el modelo policial autoritario, cuya expresión más extrema impone la disciplina militar al quehacer policial, centralizando las decisiones en el mando superior e inhabilitando al “policía de a pie” en sus capacidades de usar criterios propios para resolver de inmediato y por sí mismo las necesidades de la ciudadanía.