Cuando la exacción se convierte en práctica generalizada en la policía, hay que voltear hacia arriba, hacia el jefe o los jefes de quienes recurren a ese procedimiento punible. Por lo pronto, ya se amparó uno de los implicados en la agresión contra Marco Antonio y dos más salieron —¿huyeron?— de la Ciudad de México.
Y mientras la policía asalta y maltrata inocentes, se eleva la criminalidad en la Ciudad de México, donde la seguridad se deja en manos de alguien que justifica esos atentados contra la convivencia pacífica. Aun así, Mancera pretende minimizar los hechos. ¿De qué se trata?
*Lee el artículo completo en Excélsior