El pleito del gobierno de Chihuahua y el Gobierno Federal importa hoy, sobre todo, porque es el golpe más certero que se le ha dado a la autoridad tecnocrática. Se trata de una estocada a la pretendida superioridad de los técnicos. El traje de sabiduría y de imparcialidad de los técnicos es invisible. Los tecnócratas caminan en cueros.
Más allá de las complejidades del caso, más allá de las estridencias, histrionismos y torpezas de la polémica, hay cosas que parecen innegables: la inaceptable discrecionalidad en el uso de los recursos federales, el empleo arbitrario de los fondos públicos, su utilización para premiar aliados y castigar adversarios. Ofrezco sólo un par de números. En el último año del gobernador Duarte, Chihuahua recibió 1,562 mdp del llamado Ramo 23, cuya distribución no sigue regla alguna. Era, no es casual, año de elecciones. Un periodo después, ya sin gobernador priista el mismo estado recibió 62 mdp. Los tecnócratas que pretendieron elevarse por encima de las parcialidades de la política son hoy otra cara de la politiquería.
*Lee el artículo completo en Reforma