Asistí recientemente a un taller donde un equipo de investigadores ofreció una interpretación sobre la manera como los mexicanos construyen el miedo y lo que hacen con él. Una de las más relevantes conclusiones es que las personas construyen rutinas para no saber más de aquello que les produce el temor, cual es el caso de la violencia. La gente prefiere que le pasen esa segunda película de la que hablé, la editada. El problema es que atrás está la otra, ésa donde las violencias y sus consecuencias se amontonan. El problema es que la realidad de la victimización masiva termina por asfixiar cualquier intento de edición.
Mirando los discursos de casi todos los que dicen buscar la Presidencia de la República en el 2018, todo indica que también ahí hay una aproximación editada que prefiere no ver. Es altamente probable que la contienda presidencial ni siquiera se aproxime al país que tenemos, visto desde el fenómeno de las violencias. En tal caso, podemos estar seguros que la contención anhelada quedará nuevamente pospuesta para mejores tiempos. Si el problema no se ve, menos se le resolverá. Si así sucede, habré comprobado que mi exposición a los relatos más y más atroces apenas comienza.
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