A estas personas no se las traga el mar: las asesinan a machetazos, a golpes o con balas. Enfrentan sus propias adversidades: topan con muros, no con alambres de púas; son hacinados en cárceles; son cazados como animales la ruta entera (sea por agentes de La Migra, policías, soldados, asaltantes, marinos, narcos, bomberos, secuestradores, borderpatrols, rancheros, y quienes los ven como mercancía). La crueldad varía según la región; en los albergues se reparte un catálogo de terror en el que se advierten los peligros vernáculos: en Chiapas asaltos, machetazos y violaciones; en Tamaulipas extorsiones, secuestros y masacres; en Sonora secuestros masivos y esclavitud…..
En México no se les permite abordar el tren: viajan sobre el techo y quienes pestañean lo pagan con la mutilación o son triturados en los rieles.
Las convenciones internacionales indican que las personas migrantes “eligen” libremente su desplazamiento, las refugiadas huyen porque está en riesgo su vida. Quienes cruzan por México son llamados migrantes y no refugiados, aunque se ven forzados a salir de su país huyendo de otras guerras, miserias y sinfuturos que también causan la muerte.
Este es nuestro drama normalizado, para nadie desconocido. Al tren de la muerte lo conocemos como “La Bestia”, protagoniza libros, documentales y películas, y su fama crece al ritmo del cinismo de las autoridades, cómplices, criminales.
Toda la ruta migratoria es un campo de exterminio que ya no sale en portadas, que ya no cala en la conciencia, al que ya nos acostumbramos. (Más por Más)