Bajo la lupa, La edición de hoy — junio 27, 2016 at 8:20 am

Wirikuta se defiende/ Hermann Bellinghausen en La Jornada

¡Ahí está el detalle!

chrome_2016-06-27_08-41-46La resistencia indígena en México está logrando algo inédito. Las motivaciones políticas se imbricaron con las muy concretas del territorio y los recursos elementales en los todavía vastos y variados campos mexicanos. Hay motivaciones de seguridad, pues el Estado falla en proporcionarla a un grado escandaloso; las exigencias no son sólo de justicia, sino de déjennos en paz. La defensa denodada del derecho agrario, la educación y la salud públicas y de calidad dan motivos firmes. Y por más que las desdeñe la esfera de la política racional que decide por nosotros, se han impuesto con peso real las motivaciones sagradas, a su vez históricas, genuinamente culturales y con derecho de pueblos originarios. En Wirikuta, desierto sagrado de pueblos vivos, se gestó esta década una resistencia de raíz profunda y participantes múltiples con algo en común: los locales y los solidarios de fuera estaban comprometidos con el suelo, los habitantes y los buscadores ancestrales de este prodigioso desierto y sus inmediaciones.La buena noticia es que los defensores de la parte más significativa y única del Altiplano potosino han frenado la explotación minera.

La buena noticia es que los defensores de la parte más significativa y única del Altiplano potosino han frenado la explotación minera.

Resulta que así como Wirikuta se defiende y no claudica, los pueblos de la región decidieron frenar el Proyecto de confinamiento de Residuos Tóxicos Palula, que se pretende instalar en el ejido La Victoria. Como con las minas de oro y plata, ni los consultaron las autoridades ni los escuchan. Exigen el cese de simulaciones, suplantaciones, campañas de división, chantajes, grupos de choque, difamaciones y compra de conciencias. Lo de siempre. No tenemos nada que negociar, aseguran. Y se presentan: Somos campesinos, descendientes de huachichiles, somos los pueblos guerreros del desierto y no permitiremos que destruyan lo que no es nuestro sino de nuestros abuelos y de los que todavía no nacen. (La Jornada)