Si todo el caso Ayotzinapa está focalizado en lo que sucedió en el basurero de Cocula la noche del 26 de septiembre de 2014, ¿por qué es importante determinar si ahí murieron todos o algunos de los 43 normalistas de Ayotzinapa?¿Por qué el punto de quiebre entre el gobierno federal y los organismos de derechos humanos y los forenses extranjeros se ata a si pudo haber o no un incendio con un fuego de mil 600 grados centígrados para que en menos de 24 horas quedaran reducidos a cenizas? El significado es evidente aunque no lo veamos: la verdad sobre el basurero de Cocula responderá si el gobierno protege al Ejército de lo que sucedió esa noche. Es decir, si la versión oficial se sostiene o hay encubrimiento.
Los soldados fueron testigos de lo que estaba sucediendo e inclusive ayudaron a algunos normalistas a encontrar asistencia médica luego que ellos mismos habían impedido que los atendieran en un hospital privado. ¿Por qué actuaron con pasividad los soldados esa noche? ¿Por qué si la ley les permite intervenir en situaciones de emergencia cuando hay flagrancia, como lo atestiguaban esa noche, no lo hicieron? La respuesta también está ante nuestros ojos. Lo que hicieron los soldados en Iguala es exactamente lo que les ordenaron hacer en Michoacán cuando el gobierno federal utilizó grupos paramilitares para que combatieran a Los Caballeros Templarios: en el momento en que procedían a aniquilarlos, sellaban la comunidad donde se daba el enfrentamiento; nadie entraba y ni nadie salía hasta que fuera momento de recoger a los muertos.
La forma como actuaron los soldados en Iguala es un patrón. Se comprobó en diciembre de 2014, cuando los grupos de Antonio Torres,Simón El Americano, y de Hipólito Mora, uno de los fundadores de las autodefensas, se enfrentaron por seis horas –el saldo fue de 11 muertos– en La Ruana, Michoacán, sin que los soldados o la Policía Federal intentaran frenar el choque. La lógica que había utilizado el gobierno federal en Michoacán era de una limpieza entre criminales, que a través de esos enfrentamientos, se depurarían. El verbo ‘depurar’ es el mismo que utilizó el entonces procurador general, Jesús Murillo Karam, cuando explicó en Los Pinos lo que había sucedido en Iguala el 26 de septiembre. Se trataba, dijo en ese entonces, de “una depuración entre narcotraficantes”, por lo que se puede alegar, los soldados siguieron las mismas órdenes que en Michoacán. (El Financiero)