Cada semana se vuelve más intolerable la protección del presidente Enrique Peña Nieto a su amigo Jesús Murillo Karam, porque cada vez que hay nuevos análisis sobre lo que pudo haber sucedido con los 43 normalistas de Ayotzinapa en septiembre de 2014, brotan más contradicciones a la versión del el exprocurador sobre lo que pasó aquella noche en Iguala que es, por cierto, la narrativa oficial del gobierno de cómo se cometió aquél crimen. Es intolerable la protección presidencial, dicho así porque sólo podría entenderse que la PGR no lo haya llamado a declarar ministerialmente sobre lo que hizo, deshizo, confundió o mintió sobre aquél episodio, por una obstrucción del más alto nivel a la justicia.
No sólo ha sido la ciencia o expertos internacionales quienes han cuestionado la solidez de la investigación del exprocurador, sino el propio Murillo Karam quien ha ido desmantelando su versión oficial con rectificaciones y contradicciones. Entonces, ¿qué esconde o trata de proteger el exprocurador? ¿Omisiones que crearon las condiciones para el crimen? ¿Negligencias que afectaron las responsabilidades federales?
La forma de proceder de Murillo Karam ha perjudicado al Presidente y al gobierno. Pero ¿por qué, si tanto daño ha hecho, lo protege Peña Nieto? Quizás, planteada como hipótesis de trabajo, porque la verdad histórica de cómo operó el gobierno en las primeras horas del crimen, sería más costosa que el blindaje. ¿Cómo quedaría Peña Nieto ante la historia si se supiera la forma como se procesó el crimen de los normalistas en los primeros momentos y horas de sucedido? Son varios los momentos que podrían construir la narrativa de cómo el Presidente y su equipo, en momentos clave, actuaron o dejaron de actuar porque soslayaron las consecuencias que tendrían sus acciones y actuaron a partir de un diagnóstico fallido. (El Financiero)