Bajo la lupa, La edición de hoy — abril 7, 2015 at 8:20 am

San Quintín: de pueblos indígenas a ciudadanía precaria/ Magdalena Gómez en La Jornada

¡Ahí está el detalle!

Jornalero - Archivo El Universal
Jornalero – Archivo El Universal

Casi siete de cada 10 municipios rurales del país enfrentan una situación de despoblamiento, es decir, salen más habitantes de los que ingresan o nacen. Este éxodo confirma el desplome de las actividades agrícolas como ocupación principal. Sin embargo, no estamos ante un proceso inercial e ineludible. A lo largo y ancho del país encontramos pueblos organizados defendiendo sus territorios, por ejemplo, contra las concesiones mineras que provocan despojos y promueven el divisionismo en torno al magno engaño del llamado progreso. Incluso muchos de sus integrantes utilizan pragmáticamente el acceso a los programas del llamado combate a la pobreza como paliativo que les permite una limitada sobrevivencia, situación que no siempre logra detener su salida. No en balde Tlachinollan ha elaborado informes y videos bajo el contundente nombre de migrar o morir, referidos a otra región de explotación. Y pese a este panorama, encontramos que el actual movimiento en San Quintín, cuya vertiente central es laboral, tiene su matriz organizativa en la experiencia identitaria como pueblos.

En su mayoría los trabajadores agrícolas movilizados son de origen indígena mixteco de Oaxaca y Guerrero, y los trabajadores agrícolas indígenas que viven del lado estadunidense se dirigieron a la frontera desde el otro lado para apoyarlos a través del FIOB. Vemos la otra cara del carácter binacional de este movimiento, la solidaridad identitaria, aunada a que la trasnacionalidad de las empresas entraña enfrentarse al mismo patrón. Bonifacio Martínez Cruz, campesino triqui, es el portavoz de la Alianza Nacional, Estatal y Municipal por la Justicia Social; ha insistido en que se han violado sus derechos por 20 años y hasta hoy no habían estado en huelga por cuestiones de salarios, prestaciones y respeto a su dignidad y a la de las mujeres, y por esas demandas ya los cuestionan y descalifican su legitimidad. El ¡Ya Basta! de San Quintín está presente en un contexto en que las políticas neoliberales dominantes pretenden arrasar por igual con los pueblos indígenas dentro o fuera de sus territorios, y en ello tampoco se detienen ante la muy utópica y ajena ciudadanía a la que formalmente pertenecen sus hombres y mujeres: ¿otro asunto local y para colmo indígena, dirá Peña Nieto? (La Jornada)