El rescatista de Tixtla
Por Juan Omar Fierro
En la media cancha del equipo de “Lochos”, el equipo de la colonia El Fortín en Tixtla, Guerrero, se extraña el toque exacto de José Ángel Campos Castor, que hizo campeones durante tres torneos seguidos al equipo.
Aunque tenía talento, nunca pensó en dedicarse de manera profesional al futbol porque los problemas económicos de su familia le ocupaban la mayoría del tiempo.
La madurez le llegó pronto a José Ángel, quien a los 24 años interrumpió la preparatoria para casarse y debutar como padre, sin embargo, su nueva vida estaba acompañada de un apuro: el dinero. Dinero para el gasto. Dieron para el doctor, dinero para su esposa y la pequeña que venía en camino.
Así que decidió seguirle los pasos a su padre como campesino, después a la engorda y venta de toritos. También fue ayudante de albañilería y herrero, pero ni así podía llegar a fin de mes con los bolsillos vacíos.
En septiembre de 2013 –un año antes de su desaparición— el paso de “Manuel” por Guerrero, dejó durante semanas a Tixtla bajo el hedor de las aguas negras y los animales muertos de la laguna negra.
Con las tres cuartas partes del municipio de Tixtla inundado, José Ángel se convirtió en rescatista voluntario para auxiliar a todos los damnificados del lugar.
Con la misma edad de Jesucristo, José Ángel, decidió ingresar a la Escuela Normal de Ayotzinapa, pensó que al ser maestro tendría la oportunidad de ofrecerle una vida mejor a su familia, en especial, a la nueva integrante de su familia que estaba por nacer.
Hoy, esa pequeña está a punto de cumplir un año, tres meses más de lo que su padre lleva desaparecido. Mientras ella aprende a caminar y dice sus primeras palabras, los seres queridos de José Ángel extrañan sus risas, las bromas, los abrazos, y hasta los pases para gol.
Texto perteneciente a la campaña Marchando con letras
Ilustración de Cecilia Cota.
Tomada del portal #IlustradoresConAyotzinapa