El fan de Michael Jackson
Por Vania Pigeonutt
Benjamín Ascencio Bautista logró escaparse de la estadística alta de migración de jóvenes de su pueblo. Se negó a adquirir costumbres pochas, a hablar mal inglés. Le parecía peligroso cruzar a otro país sin documentos; pero cumplir 16, 17 o 18 años e irse de Alpoyecancingo, una de las 57 comunidades que tiene Ahuacoutzingo, el municipio en el que creció rodeado de montañas, era su opción próxima.
“Mingo” dijo que no, que él quería ser maestro y si tenía que viajar al extranjero lo haría por la derecha y con sus ahorros. Conocer otro país no era su interés, le preocupaba aprender de éste, saber más cosas, superarse; entender el mundo del que no conocía más allá de Chilapa, un municipio a sólo una hora del suyo.
El niño testarudo que nació un día soleado del vientre de su mamá, Cristina Ascencio, un 9 de abril de 1995, rechazó siempre irse a Estados Unidos, por las adversidades que podía pasar en el camino, pero decidió alcanzar su sueño y entrar en agosto de 2014 a la Normal Rural de Ayotzinapa, donde pasó muchas pruebas físicas; incluso, que le provocaron golpes en el rostro, lesiones en los huesos.
Laura Ascencio, quien lleva el arco de las cejas, como su hermano Benjamín, cuenta que están más “tranquilos” pese a que han pasado nueve meses sin verlo. La familia decide platicar sobre “Benja”, porque así se sienten liberados, lo evocan y están seguros de que regresará.
En la casa hay afiches de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, una playera con la leyenda: ¡Vivos se los llevaron!, ¡Vivos los queremos! En la estancia está el abuelo de Benja, Juan Bautista —cuyo nombre coincide con el del santo patrono del pueblo—, su abuela Carmela; su hermana menor Mayra; Laura, su hermana mayor y figura materna, quien batalla esa tarde con sus dos hijas y platica con su esposo, también presente, al mismo tiempo que muestra con ternura fotos de Mingo.
Desde niño, “Benja” se hizo orgulloso, necio, aferrado a sus ideas, quizás por la distancia rotunda que tiene con su papá, quien lo abandonó a él y a sus hermanas cuando tenía cuatro años por irse a Bridgeport, Connecticut. Siempre decía que él nunca sería como su papá, Miguel, que él tendría una familia y como maestro aportaría algo a su comunidad, a su país.
Los días sin Benjamín para su familia han sido aciagos; difíciles, su recuerdo es un taladro diario al corazón. Sus hermanas y su abuelo han acudido a que les lean las cartas. En todo momento la cartomancia les ha indicado que él volverá, por eso se calman. Dicen que el recuerdo de Benja es tal, que se le ve bailando su canción preferida, Thriller, éxito de Michel Jackson, que el normalista se sabía por la influencia gabacha en su comunidad.
Texto perteneciente a la campaña Marchando con letras
Ilustración de Olga Fabila.
Tomada del portal #IlustradoresConAyotzinapa