CNDH, DESCA, Organismos civiles, Vulnerabilidades defensores DH — diciembre 10, 2010 at 12:43 pm

10 de diciembre: Conmemoración en crisis; oportunidad para la sociedad civil

Centro Prodh

La Declaración Universal de los Derechos Humanos fue emitida en el año 1948, en el contexto de la distensión posterior a la segunda guerra mundial. Hoy a más de 60 años de haber sido emitida, el debate se centra en dos aspectos fundamentales: por una parte el creciente desconocimiento del Estado de su responsabilidad como garante de los mismos (Felipe Calderón ha dicho en más de una vez que es la delincuencia quien viola los derechos humanos, aunque el crimen organizado sólo puede delinquir, porque violar derechos humanos es algo atribuible únicamente a los Estados). En el otro polo del debate se encuentra el cada vez más importante papel de la sociedad civil para tratar de impulsar a los derechos humanos como instrumento del desarrollo democrático.

Es fundamental recordar que cuando un Estado ratifica un tratado internacional, asume la responsabilidad de garantizar los derechos ahí consagrados. Ello implica que los derechos emanan de distintos acuerdos que tratan de poner en el centro de la acción estatal a la dignidad de la persona. Los delincuentes no violan derechos porque en rigor no están obligados a garantizarlos.

El Estado, por su parte, no debería de alegar ningún pretexto para dejar de garantizar los derechos de todas las personas, ni siquiera de los mismos delincuentes. Esto no es una concesión, sino que en la medida en que los derechos de todos sean verdaderamente garantizados la acción del Estado –incluso la punitiva– será mucho más eficaz y estará basada en criterios técnicos y no en tradiciones nefastas como la tortura fisica o psicológica.

La sociedad civil, por su parte, no es sólo un atomizado grupo de comparsas. Nuestro país es muy propositivo en cuanto al trabajo civil organizado. En tiempos recientes importantes actores de derechos humanos en México han sido galardonados con premios internacionales como el Rafto, para el Obispo Raúl Vera, o el Robert F. Keneddy para Abel Barrera, director de Tlachinollan. Ello habla del importante impulso que desde la sociedad se está dando a un tema sobre el cual los Estados suelen palabrear o guardar silencio.

Sin embargo esto no es suficiente. Ante los distintos retos que tenemos como sociedad es necesario que encontremos las vías para mejorar de manera inmediata y sustantiva los estándares de vida en general. En este sentido se requiere conjuntar esfuerzos desde los distintos sectores de la sociedad. A 62 años de haber sido emitida, la Declaración Universal de Derechos Humanos, sigue teniendo la virtud de ser una guía en este sentido. Al encuadrar una serie de acuerdos básicos que definen los límites mínimos para la dignidad humana, constituye un piso esencial del que debemos partir para la construcción de una nueva sociedad.