Por defender los bosques, permanecen en el exilio

  • Como si se tratara de una segunda prisión, Rodolfo Montiel vive exiliado tras sufrir tortura, atropellos y cárcel por defender los bosques de Guerrero en los años 90.

En entrevista telefónica para El Universal, Rodolfo Montiel, desde el exilio, habla sobre cómo ha sido el largo camino recorrido en busca de justicia. Un camino que también han transitado Teodoro Cabrera y los otros campesinos ecologistas que hace más de 10 años se organizaron para defender los bosques de la sierra de Petatlán.

Defender los bosques de la sierra de Petatlán, Guerrero, lo llevó a ser torturado, pasar más de dos años en la cárcel, a vivir en el exilio, separarse de su familia y a denunciar al Estado mexicano. Rodolfo Montiel Flores no se arrepiente: “Si no hubiéramos enfrentado esta lucha, ya se hubieran terminado los bosques de Petatlán. Pienso que sí valió la pena. Sigo pensando que si yo volviera a nacer, volvería a luchar por lo mismo”.

Rodolfo, a sus 55 años, cuenta sobre las secuelas que le dejó la tortura que sufrió cuando fue detenido por los militares: “Me lastimaron con las amarraduras en mis brazos, desde aquel entonces se me caen las cosas de las manos, no tengo suficiente fuerza y no es por la edad, no es por la vejez, es por lo que pasó”.  Agregó sobre la audiencia en la CIDH: “Ya que en México no encontramos justicia, pienso que allá sí la vamos a encontrar”. El 13 de junio de 2005, Rodolfo tuvo que salir del país. Pidió asilo político y se lo concedieron, porque se comprobó que en México no existían condiciones para garantizar su seguridad.

El acoso hacia los fundadores de la Ocesp, por parte de caciques, continuaba. Por ejemplo, dos hijos de Albertano Peñaloza fueron asesinados y Felipe Arriaga —otro de los líderes de los campesinos ecologistas— fue acusado de asesinar a un hijo de Bernardino Bautista en 1998. Después se demostró su inocencia.

Sobre cómo es ahora su vida, Montiel comparte que “He vivido todos estos años… como si siguiera preso. No puedo decir: Vivo en tal parte, decirle a mis amigos y poder estar con mi familia tranquilo. He vivido separado de mi familia… Aunque ya tengo más de cinco años acá, todavía no me he podido acostumbrar, porque no vivo al lado de mi familia. Yo no pude ver crecer a mis hijos, abrazarlos y darles el cariño que ellos se merecen”, se lamenta.

Si la Corte internacional da su veredicto a favor de ambos campesinos, y exige al gobierno mexicano que los declare inocentes públicamente y que les den garantías de que pueden vivir tranquilos, posiblemente se regresaría a México. La mejor recompensa, dice Rodolfo, sería “que nos declaren inocentes, que se respete el derecho de mis compañeros y de todos los campesinos mexicanos y, pues pienso que se castigue a los culpables, que a los militares que nos torturaron en 1999 se les suspenda, que ya no ejerzan como militares. Que dejen vivir en paz a la gente. Con eso yo me sentiría muy feliz.”