* El pueblo rarámuri se enfrenta a caciques y pistoleros aliados al crimen organizado.
Ciudad de México, 18 de enero de 2017. Isidro Baldenegro López, prestigiado defensor rarámuri del territorio, ganador del Premio Goldman en 2005 y ex preso de conciencia, fue asesinado a balazos en Coloradas de la Virgen, Chihuahua, en el mismo día en que se anunció que los ejidatarios de Baqueachi recuperarían su territorio ancestral.
Las autoridades de Chihuahua negaron en un primer momento tener conocimiento del asesinato del emblemático defensor, quien en un acto de criminalización en 2003 fue detenido y acusado por narcotráfico y portación ilegal de armas. Tras ser nombrado preso de conciencia por Amnistía Internacional y liberado gracias a la presión de organizaciones de distintas partes del mundo, Isidro debió salir un tiempo de Coloradas de la Virgen por amenazas del crimen organizado vinculadas a su defensa de los bosques.
Isidro era hijo de otro líder rarámuri, don Julio, asesinado en 1986 por defender a su pueblo de los talamontes y los caciques de la zona.
Precisamente el pueblo rarámuri de Baqueachi ha conseguido esta misma semana que se ordene la ejecución de la sentencia firme e inacatable del Tribunal Unitario Agrario del Distrito número cinco, en la se reconoce a la comunidad como dueña legítima y verdadera del territorio. El reconocimiento de las tierras, dotadas a la comunidad hace 89 años, llega tras 32 sentencias que restituyen los derechos del pueblo rarámuri. En este caso, el abogado defensor Ernesto Rábago Martínez también fue asesinado, y la abogada Estela Ángeles Mondragón ha recibido amenazas durante el largo proceso de litigio.
En la sentencia de Baqueachi, dictada el 30 de octubre de 2015, se condena a Luis Armando Olivas Muñoz “a que desocupe y entregue en favor del ejido Baqueachi, municipio de Carichí, Chihuahua las superficies que detenta por encontrarse dentro de las tierras que pertenecen a la comunidad, toda vez que no tiene derecho a usufructuar tales terrenos cuya titularidad le corresponde a los Baquéachi”.
El pueblo rarámuri denuncia que los invasores llevan empobreciendo su tierra desde hace más de 80 años, puesto que su ganado ha ido acabando sus pastizales y su agua, por lo que se ha “fragilizado nuestra paz comunitaria”.