*»Quiero decirles que nuestra oficina trabaja para las víctimas», señaló el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.
Tlapa de Comonfort, Guerrero, 12 de octubre de 2015. Por la tarde del lunes 5 de octubre, en el hotel Hilton de la ciudad de México, dos mujeres guerrerenses participaron en la reunión cerrada que tuvieron con Zeid Ra’ad al Hussein, el titular de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, para compartir su testimonio sobre la lucha que han emprendido para dar con el paradero de sus familiares desaparecidos.
Una de las elegidas fue Tita Radilla, hija de Rosendo Radilla, líder campesino originario de Atoyac de Álvarez que fue desaparecido por elementos del Ejército Mexicano el 25 de agosto de 1974. Tita es una mujer tenaz que heredó la lucha de su madre y de sus hermanas, que no han cejado de exigir ante los tribunales internacionales la presentación de su padre. Con la sencillez que le caracteriza describió en pocos minutos al Alto Comisionado los casos de desapariciones forzadas en los años de la guerra sucia:
Estoy agradecida por tener la oportunidad de expresar la realidad que vivimos desde hace más de 40 años. Pertenezco a la Asociación de Familiares de detenidos, desaparecidos y víctimas de violaciones de los derechos humanos en México (AFADEM). Soy parte de las familias que desde la década de los setenta perdimos a nuestros padres, hijos y esposos porque supuestamente pertenecían a la guerrilla. En esos años toda la población fue reprimida brutalmente, ejecutaban a los hombres que consideraban que pertenecían a los grupos armados. En la sierra nos racionaban los alimentos. El Ejército tenía el control de la población, al grado que a cada familia le daba una tarjeta para poder salir del pueblo. No podíamos regresar a nuestras casas sin antes pasar por el cuartel militar. Ahí revisaban nuestras pertenencias y nos interrogaban sobre las actividades que habíamos hecho y nos obligaban a decir con qué personas habíamos platicado. El mismo Ejército se encargaba de recorrer los pueblos para entrar a las casas y cerciorarse qué personas se encontraban dentro. Había toque de queda, por las noches nadie podía caminar por las calles. Fueron los años de la Guerra Sucia, donde más de 600 personas fueron desaparecidas.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) tiene el registro de 530 casos de desapariciones correspondientes a esos años. La misma Fiscalía especial para movimientos sociales y políticos del pasado (FEMOSPP), creada por Vicente Fox, quedó trunca, por los grandes intereses de la clase política que impidieron que se enjuiciara a las altas autoridades. Hasta la fecha ninguna autoridad ha sido juzgada por desaparición de personas, tampoco existen personas que el gobierno haya encontrado. Se van a cumplir 6 años de la sentencia de Rosendo Radilla emitida por la Corte Interamericana, sin embargo, el gobierno ha incumplido con las resoluciones. Lo peor de todo es que después de cuatro décadas de la desaparición de mi padre, el gobierno no nos ha dado alguna pista sobre el paradero de Rosendo. Todas las familias que cargamos con este sufrimiento hemos tenido que enfrentar al gobierno y al mismo ejército para obligarlos a que entreguen a nuestros familiares. No les importa lo que hacemos ni lo que decimos, nos ignoran y hasta se burlan de nosotras. A pesar de este desprecio no estamos vencidas, ni nos vamos a callar. Por eso estamos aquí con usted para solicitarle que le diga al presidente de la república que cumpla con la sentencia de la Corte Interamericana y que dé con el paradero de nuestros familiares que fueron desaparecidos por el Ejército en los años en que arrasaron los pueblos y ejecutaron a muchas personas.
El siguiente turno le tocó a una madre de la Asociación de Mujeres Organizadas por los Ejecutados, Secuestrados y Desaparecidos de Nuevo León (Grupo Amores), a la señora Virginia Buenrostro, quien en plena guerra contra el narcotráfico fue secuestrada junto con su esposo. Por fortuna fueron rescatados al enfrentarse sus secuestradores con un convoy de soldados. Esta suerte les costó muy cara porque el 18 de noviembre desaparecieron a sus hijos David y Joselyn y otras dos personas más. Llevan 5 años luchando a brazo partido para encontrarlos. En este arduo caminar se integraron al grupo Amores, que inició su trabajo con 7 familias y que a lo largo de este pesado trayecto han podido reencontrarse 52 familias. Sentaron un gran precedente con las autoridades del estado al establecer un mecanismo de búsqueda y de investigación para participar directamente en todos los trabajos realizados por la procuraduría y la secretaría de seguridad pública. Han podido dar con el paradero de algunos familiares, sin embargo, la colusión que existe entre algunas autoridades con el crimen organizado vuelve muy tortuoso el camino de la verdad y la justicia.
La tercera intervención estuvo a cargo de la señora Grace Fernández, hermana de Dan Jeremeel Fernández, quien fue desaparecido el 19 de diciembre de 2008 en Torreón, Coahuila, por militares que pertenecían al 33 batallón de infantería. A pesar del evidente involucramiento de militares en activo, las autoridades han sido incapaces de dar con el paradero de Dan y de contener esta embestida criminal contra la población que se siente inerme ante los nexos que hay entre policías y elementos del Ejército con el crimen organizado. La señora Grace pidió al Alto Comisionado un involucramiento mayor de la Oficina en México con las víctimas, un mejor posicionamiento político que se traduzca en una fuerza real que haga retumbar mejor el reclamo de las víctimas.
La última intervención fue de la segunda mujer guerrerense, Cristina Bautista, del pueblo naua, originaria de Ahuacotzingo y madre de Benjamín Ascencio Bautista, uno de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa. Ella, con su voz pausada, saludó en naua al Alto Comisionado. Con gran orgullo dijo ser de La Montaña y quiso mostrar su origen indígena. Se presentó como madre de 3 hijos, dos mujeres y un varón. Habló de la vida en el campo y la situación de las mujeres indígenas que padecen la discriminación y maltrato al interior de sus mismas comunidades. Explicó que desde que eran pequeños sus hijos los llevó al campo a sembrar maíz, para que naciera en ellos el respeto y el amor por la tierra que nos da de comer. Reivindicó a su hijo como un joven deseoso de superarse. Se las ingenió para hacer pan y de lo que vendía en el día servía para sostener los gastos de la escuela. Pudo entrar a Conafe unos meses y de ahí se decidió por ser maestro. Luchó por tener una ficha y pudo pasar el examen. Esto le hizo a Cristina sentirse más orgullosa de su hijo. Sabía que le iba a echar muchas ganas al estudio. Por eso, se iba al campo a sembrar maíz y los jueves preparaba pozole para venderlo entre los maestros. Con estos ingresos veía que podía apoyar a su hija pequeña que estaba terminando el Cobach y a Benjamín que trataba de no pedirle dinero, porque desde que salió del pueblo buscó trabajo en Tixtla.
Narró brevemente lo que pasó el 26 y 27 de septiembre en Iguala y optó por enfocarse en algunos planteamientos: pidio que el nuevo representante de la oficina en México vaya a la Normal de Ayotzinapa para renovar su compromiso con los padres y madres de acompañarlos en su lucha y de hacer suyos los 8 puntos que plantearon al presidente de la República el pasado 24 de septiembre. Hizo patente la necesidad de que la Oficina haga suyo el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) para emplazar al gobierno a que integre este informe a la averiguación previa de los 43 estudiantes desaparecidos. Reiteró de que como máxima autoridad fije una postura en favor de las familias de desaparecidos que son más de 26 mil en México, que cuestione la forma como hace las investigaciones el gobierno, como sucedió con la versión que dio la PGR sobre la incineración de los 43 normalistas en el basurero de Cocula. Pidió que estén cerca de ellos, que hagan suya la lucha de los padres y madres que están dispuestos a dar la vida con tal de saber dónde están sus hijos.
Después de estas 4 intervenciones, el Alto Comisionado expresó a través del personal que le tradujo, frases muy emotivas:
Gracias por compartir con ustedes este momento tan difícil e intenso, por todo lo que han vivido. Nadie tiene por qué pasar estas tragedias, nadie lo merece. Quiero decirles que nuestra oficina trabaja para las víctimas, no para el gobierno. Para mí escuchar los testimonios de ustedes es lo más importante. Les invito a que sigan en esta lucha buscando a sus hijos. Tuve hace años una experiencia que me marcó cuando trabajé en Europa casos de desapariciones forzadas de la Segunda Guerra Mundial. Descubrimos que había un patrón de desapariciones, que no son una casualidad, sino una acción bien planeada por los gobiernos. Eso es lo que se tiene que hacer, entender cuáles son los patrones de las desapariciones en México.
Ustedes tienen un aliado en nosotros. Ustedes deben mantener ese valor que han mostrado, no se deben dar por vencidas. Les invito a que mantengan contacto con la oficina, de nuestra parte estaremos pendientes de lo que suceda en México con los casos graves de violaciones a los derechos humanos. Quiero decirles que de todas las reuniones que he tenido en México, esta es la más importante. .. Las invito a que continúen trabajando no solo en nombre de sus familiares, sino en nombre de todos los desaparecidos. Es muy emotivo escucharlas y quiero decirles que es muy importante que sigan denunciando y hablando de los desaparecidos. Luchemos para encontrar a nuestros familiares desaparecidos. Les agradezco esta oportunidad de platicar con ustedes. Quiero terminar con una frase que es muy significativa en mi país Su dolor es mi dolor.
La respuesta de las madres y hermanas de los desparecidos fue unánime: “llevaremos estas palabras de aliento a nuestras familias y a nuestras compañeras».