Y por las noches, acurrucado en cualquier rincón, sueña. «Claro, sueño que ya estoy en Estados Unidos ganando dólares, no lempiras, y ayudando a mi mamá», sostiene el joven Ángel Daniel, quien salió de Honduras con el propósito de buscar una vida mejor. Desde hace 10 días Ángel ya no viaja solo, sino que camina con cerca de mil migrantes más. La Jornada