Parteras, sembradoras de vida en las comunidades, en peligro de desaparecer

*Reportaje/Segunda de dos partes

Narce Santibañez y Olivia Vázquez/ y Adazahira Chávez de Desinformémonos

Imagen retomada de vocesancestrales.blogspot.mx

México, D.F.-  Ante la creciente criminalización de la partería en comunidades de Hidalgo, Simón Hernández, abogado del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, calificó como “grave” que la sabiduría ancestral de las parteras esté en peligro y que sean perseguidas por el Estado, pues violenta sus derechos por partida doble; por una lado se discrimina las prácticas de los pueblos indígenas y por otro se criminaliza un oficio plenamente reconocido por la legislación mexicana.

Y es que muchas mujeres dedicadas a este oficio han sido amenazadas y hostigadas en los últimos años por instancias de salud en Hidalgo, a pesar de que en existen instrumentos internacionales y nacionales en donde están reconocidos los derechos de los pueblos indígenas en cuanto a la libre determinación y autonomía.

Respecto al tema de salud indígena y el derecho a preservar sus costumbres, el principal instrumento donde se reconoce es en el Convenio 169 de la Organización Internacional de Trabajo (OIT), la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en los artículos 2 y 4 de la Constitución mexicana.

“La problemática de las comunidades en Hidalgo muestra una relación violenta con el gobierno, que no reconoce las formas de organización y de administración de salud de los pueblos. Y cuando se discrimina, se genera una criminalización de todo lo que el Estado considera que deben o no pueden hacer, se afecta la forma de subsistencia y lejos de favorecer la relación con los grupos indígenas, la empeora, pues el sistema normativo lo considera incivilizado o desviado”, condena el abogado.

En Hidalgo existe la Ley de Derechos y Cultura Indígenas, que en su artículo 13 señala que los pueblos indígenas tienen derecho a mantener sus prácticas de salud con sus propias medicinas tradicionales y a la capacitación, actualización y certificación de los médicos tradicionales.

Simón Hernández precisa que el problema es que las prácticas de los pueblos pasan por la validación del Estado. “Ejemplo de ello es que las parteras sean incorporadas al sistema de salud, y para ello deben tener un reconocimiento formal para que puedan ejercer, entonces siempre hay esta discriminación histórica en cómo se reconocen estos saberes, lo cual no debería existir”.

“Siempre hay una relación de infravaloración entre nuestra sociedad y la indígena, pues mientras acá tenemos médicas, los pueblos tienen parteras o curanderos, y mientras tenemos sistemas normativos, ellos tienen usos y costumbres”, compara el defensor de derechos humanos del Centro Prodh. El Estado se ha visto obligado al reconocimiento de estos derechos, centro de la lucha de los pueblos indígenas del siglo XX; sin embargo, la relación de igualdad sigue siendo una asignatura pendiente, resume.

“Más mujeres se han muerto en el hospital que con las parteras”

La partería nahua en las más de 20 comunidades que conforman los municipios de Yahualica, Xochitiapan y Huautla, en el estado de Hidalgo, es una práctica ancestral y un servicio comunitario de salud que se transmite de generación en generación. El tener una partera en el pueblo era invaluable debido a su extenso conocimiento y al misticismo del ritual que significa la asistencia tanto en el embarazo como en el alumbramiento y el puerperio.

Actualmente hay pocas parteras en las comunidades, por una parte porque el sistema de salud se encarga de amedrentarlas y erradicar la costumbre ancestral, denuncian estas mujeres nahuas, o porque muchas mujeres deciden no adoptar el oficio que realizaban sus abuelas y madres. Por ello, el legado, la transmisión del conocimiento, la preservación de su cultura y costumbres están en peligro, señala Irma Martínez, mujer nahua que, además de dedicarse al hogar, acompaña y funge como intérprete de a alrededor de 25 parteras hidalguenses.

La práctica de las parteras no es un trabajo ni una opción. Irma Martínez explica que tiene un trasfondo divino: ellas vienen de los sueños, ahí les dicen cómo deben atender, que tienen que lavar ropa de la madre y del bebé, les indican cómo cortar el cordón umbilical y qué hierbas deben darle a las mujeres embarazadas. El sueño es recurrente y es una señal de que deben adoptar el oficio, y si las mujeres no hacen caso se enferman a tal grado que llegan a encontrarse al borde de la muerte.

Aceptar el don implica un compromiso muy fuerte y abstinencia sexual –aun si están casadas, en cuyo caso se vuelven “hermanas” del marido-, explica la investigadora Oñate. “No podemos dejar solas a nuestras pacientes, a cualquier hora vamos”, testificó una de las mujeres en el TPP.

Es vasto el conocimiento que las parteras poseen para tratar a las mujeres embarazadas. Son expertas en plantas medicinales y pueden ayudar a que la o el bebé se acomode si está en una posición que pueda ponerla en riesgo. También hacen oración, tanto por la madre como por el nuevo ser que está por nacer, pues consideran que Dios es quien hace el trabajo y ellas sólo asisten. Además saben cómo recibir a la recién nacida y cómo acercarla a su madre. “Por eso vale nuestro trabajo”, afirmaron en el TPP.

Los médicos desconocen estos detalles, afirma Martínez, pero insisten en decirle a las embarazadas que no se atiendan con las parteras porque es riesgoso. La intérprete precisa que “más mujeres se han muerto en el hospital que con las parteras”.