Wixáritari y pobladores del desierto, unidos en defensa de Wirikuta

(Primera de dos partes/Desinformémonos)

Comunidades indígenas de Jalisco, Nayarit, San Luis Potosí, Durango y Zacatecas. Foto Arturo Campos Cedillo.

Real de Catorce, San Luis Potosí. El pueblo antes fantasma de Real de Catorce cobra vida. En 1990, con la salida de las mineras que estuvieron asentadas por más de 150 años, se fueron casi la totalidad de sus habitantes. Llegaron a poblarlo menos de 500 personas, pero hoy son mil 300 que dependen en su mayoría del comercio y del turismo. Aquí, dice una de las lugareñas, “nadie se murió de hambre cuando se fueron las minas”.

Los cinco proyectos mineros que actualmente amenazan el sitio sagrado de Wirikuta (140 mil 212 hectáreas de los municipios de Villa Ramos, Charcas, Villa de Guadalupe, Matehuala, Villa de La Paz y Catorce), pudieron ser ventilados en una reunión en la que los pobladores por vez primera confrontaron sus posturas. A favor y en contra de las minas se manifestaron unos y otros, aunque hubo una abrumadora mayoría de habitantes del altiplano potosino que rechazaron los proyectos por los efectos nocivos a la salud y por la contaminación de los mantos freáticos.

La oposición más decidida, sin embargo, sigue siendo la del pueblo wixárika. Sin ser pobladores de Wirikuta, pues viven en los estados de Jalisco, Nayarit y Durango, peregrinan a este lugar sagrado desde hace 2 mil años. Para ellos, Wirikuta es el origen del Universo y hasta aquí llegan en busca del jícuri (peyote), cactus sagrado que los wixáritari (huicholes) consumen para recibir el “don de ver”.

Las mineras, señalan los pobladores del desierto, dueños de las tierras de la región, les han dicho que los huicholes les quieren quitar sus tierras, todo con el fin de confrontarlos con este pueblo indígena y convencerlos de los “beneficios” de las minas.

Rogelio Vázquez Menjara, de la comunidad de San Sebastián, Mezquitic, Jalisco, integrante del Consejo Regional Wixárika, afirma en entrevista con Desinformémonos que “esto no es cierto”.  Nuestro pueblo, dice, “no se apropiará de esas tierras. Simplemente se trata de que en la mayor parte que lo que está aquí, en la vegetación, están las deidades que nos heredaron nuestros ancestros. Es lo único que quiere reconocer el wixárika”.

En la región no hay lugareño que no sepa de las minas, pero las posiciones a favor y en contra de los pobladores del desierto no habían podido ventilarse abiertamente, cara a cara. Enviados de la minas se han encargado de sembrar la desconfianza entre ellos y, principalmente, entre ellos y los wixárikas.

Sebastián Carrillo, presidente ejidal de Bancos de San Hipólito y también miembro del Consejo Regional Wixárika, dice de manera clara y concisa: “Nosotros no venimos a quitarles ni un pequeño terreno. Hay un reconocimiento de que es suyo”. Los aplausos de los asistentes al foro informativo lo interrumpen y echan por tierra el divisionismo que se quiere sembrar. “Nos quieren poner a pelear, pero les hacemos la invitación de que caminemos juntos”, finaliza Carrillo.

Entre la Sierra de Catorce y el altiplano potosino se yergue Wirikuta, territorio que se ha empezado a dividir en concesiones mineras. Más del 78 por ciento del altiplano potosino esta concesionado. Sobre las 140 mil hectáreas de Wirikuta pesan cinco proyectos mineros; y se sabe que existen nuevas solicitudes de concesiones.

“Vienen los concesionarios, se agarran del gobierno federal y estatal y hacen a un lado los derechos de los ejidatarios. No estoy en contra del empleo minero, ni a favor. Hace 23 años le di lectura a un estudio y la Sierra de Catorce es muy rica en agua y minerales, abarca hasta el ejido del Astillero. Es muy peligroso barrenar las aguas, porque se contaminan y se desvía a otros puntos”, señala uno de los lugareños de Catorce.

“Al rato no vamos a poder darle agua sana a nuestros animales y no va a haber nada en el campo. Tomamos agua sana de los arroyos, de la lluvia, es agua sana pero con los químicos ya no lo va a estar”, dice Oscar Tovar, de la comunidad Ojo de Agua.