El discurso de los derechos humanos suele ser muy bien ponderado en los medios de comunicación, los políticos y los comunicadores se expresan con respeto porque encuentran que la consolidación de los derechos es una de las manifestaciones más hermosas de la humanidad.
Los derechos ante todo son una conquista social que goza incluso el más acérrimo enemigo de éstos, si así los hubiera. La libertad, el derecho a la propiedad privada, el derecho a la libertad de expresión, a la justicia, además de los derechos económicos, sociales y culturales, los gozamos los mexicanos como una prerrogativa sólo por el hecho de ser personas.
En este acuerdo se funda la sociedad moderna, y así encontramos La Carta Magna (1215), la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), casi un centenar de tratados internacionales firmados por México y en la Constitución. Sin embargo, esto no basta para que los derechos humanos sean respetados, ni tampoco para que nadie los ataque.
Así como en las elecciones políticas, las llamadas campañas negativas han sido recurrentes, así podríamos citar la realizada contra Andrés Manuel López Obrador, “un peligro para México”. Se trata de campañas dirigidas a contrarrestar la ventaja del oponente político. Por supuesto que hay muchas más en la historia reciente del sistema político mexicano.
También los derechos humanos han sido atacados, tanto en su discurso como a las organizaciones que los promueven y defienden; probablemente el ataque más fuerte y pueril lo expreso un político hoy en decadencia, quien afirmó “los derechos humanos no son para las ratas”; otro más expresado por un clérigo hoy retirado: “los derechos humanos defienden delincuentes”. En tales expresiones encontramos una típica campaña negativa que es bastante recordada; es por eso que dicen los expertos en opinión pública que estas campañas son memorables. Tal vez son recordadas por algunas personas porque les suena chistoso, sin embargo, para otras estas campañas son recordadas por su malicia y porque nos recuerdan que siempre habrá quién pretenda disminuir los derechos.
No obstante, los ataques responden también a cuestiones más complicadas: cuando es absuelto un presunto delincuente se culpa a quienes promueven y defienden los derechos humanos, sin ver a los verdaderos culpables. Éstos son muchas veces los operadores del sistema de justicia y también los mandos superiores que manipulan a quienes debieran asegurar el derecho al debido proceso.
Pero así como en la vida política, estas campañas no disminuyen la participación electoral, tampoco este tipo de acusaciones terminan con el trabajo de los defensores.
Existen otras maneras sutiles de atacar los derechos humanos. Recientemente una nota de Reforma acusaba a una organización defensora de derechos humanos de la pérdida millonaria de una empresa dedicada a la minería. Esto es así una campaña negativa porque la organización lo único que ha hecho es defender a los mineros y a sus comunidades; este hecho revela la incapacidad de ver el enorme daño que están produciendo las empresas extractivas en nuestro país y de su búsqueda por encontrar argumentos que les permitan continuar con su rapacidad. Además no otorgaron el derecho de réplica a la organización atacada.
Los expertos en las campañas negativas sugieren la reacción ante el ataque, es por eso que es importante responder por los medios que se pueda. Las organizaciones de derechos humanos no pueden quedarse calladas.
Las campañas políticas negativas minan la confianza en el gobierno y en general del sistema político. También en el contexto de los derechos humanos, los ataques contra éstos atentan con las garantías fundamentales conquistadas.
Censurar estas campañas resulta muy complejo, sin embargo, no podemos dejar de exigir que los medios de comunicación que lo hacen, ofrezcan un espacio del mismo tamaño que tuvieron los atacantes.