A unos cuantos días de que Felipe Calderón abandone la presidencia de la república, comienzan a aparecer evaluaciones de su gestión. No faltan las justificaciones, tales como: “no supo publicitar los logros de su sexenio”, “en lo económico hizo un buen trabajo” “actuó con valentía ante el narcotráfico” y otros discursos legitimadores. Sin embargo, el horror se sigue palpando hasta la últimas horas de su mandato y no dejan de sorprender sus tácticas ligadas al poder duopólico y con los grandes empresarios.
El país se queda ensangrentado con un saldo de 80 mil ó más personas asesinadas por la insensible estrategia contra el narcotráfico, con índices de 135 homicidios por cada 100 mil en Chihuahua, lo hacen destacar de manera terrorífica a nivel mundial. La estrategia militar del presidente, después de seis años no parece tener clara su finalidad: detener la droga, disminuir la violencia o sólo atrapar a “los principales capos”, ya que la droga sigue fluyendo como antes a EUA con un costo adicional por los gastos impuestos a la operación. La violencia ha tenido nuevas expresiones y más sangrientas y las organizaciones delictivas parecen crecer en todos sentidos. En estos seis años vimos un aumento estrepitoso de los delitos considerados del “crimen organizado”, desde la piratería, el robo de autos, la trata de personas con fines laborales y sexuales, las extorsiones a los migrantes centroamericanos, el cobro de piso y los secuestros. Unido al incremento de delitos graves, ha estado un sistema de procuración de justicia ineficaz que ha dado pie a mayor impunidad. Y no se puede dejar de mencionar a las fuerzas armadas entrenadas para la guerra y a destruir al enemigo.
Como además no hay transparencia, no alcanzamos a vislumbrar “los daños colaterales” a la sociedad, apenas si vemos reflejos como la información reciente del INEGI que cita que “en cinco años hubo 95 mil homicidios”, aún no sabemos qué tan empoderados se quedan los grandes capos y con quien mantienen alianzas, e ignoramos cuánto se ha desgastado el tejido social así cómo desconocemos cuándo se pueda recuperar la confianza.
Además en el campo económico Calderón ha realizado una jugada inesperada, presentó una propuesta que ha estado en su agenda desde el inicio de su gobierno: facilitar a los empresarios que lo apoyaron a tener una legislación laboral a modo, que trasgrede las conquistas laborales. Con esta reforma se pretende la subcontratación a través de terceros (outsourcing); la limitación de los derechos salariales en casos de huelga; la ampliación de facultades para despedir a los trabajadores; se permitirá la contratación por hora; acota el derecho de huelga y otros puntos también delicados. Todo esto con la consabida impunidad para los grandes sindicatos que han tratado a la educación y a la industria petrolera como si fuera patrimonio familiar. Esta sería la herencia final para los empresarios y para Peña Nieto.
Los puntos favorables para su administración quedan opacados por los asesinatos que han quedado en la impunidad y por haber favorecido inescrupulosamente a ciertos grupos empresariales. La violación a los derechos humanos ha tenido un repunte incalculable y además ha dejado los pilares para que las transgresiones a los derechos civiles, políticos, sociales y económicos continúen por seis años más.