En esta semana que celebramos el Día Internacional de la Mujer, gracias a la iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas, es preciso hacer una reflexión sobre la experiencia que tienen ellas en este momento de la historia de nuestro país, que enfrenta prácticamente una guerra civil en algunas regiones.
Lo primero a precisar es que ellas, como madres, parejas o hijas, se están viendo muy afectadas. Los análisis que señalan el número de personas asesinadas, en casi sesenta mil personas, no determina cuántas de ellas son mujeres; aunque sabemos que la mayoría son varones, atrás de cada asesinato hay mujeres que sufren la impunidad que prevalece.
Las violaciones a los derechos humanos por parte de los militares suelen ser de la misma magnitud que a los varones. Aún así, las mujeres parecen estar más expuestas a la violencia originada por el sistema militar. Un ejemplo es la muerte de tres mujeres en Hermosillo, Sonora el 21 de noviembre de 2011. Un militar de nombre Julio que estaba en activo y llevaba ocho años trabajando en la Secretaria de la Defensa Nacional asesinó a estas tres mujeres y dejó gravemente a una bebé de siete meses de edad.
Además, es interesante constatar que cuando la prensa da a conocer que hubo algunas víctimas accidentales en medio de enfrentamientos entre las Fuerzas Armadas y algún grupo de civiles, suele haber mujeres. El más reciente, apenas el 15 de febrero pasado, es el de la joven de 18 años, Tania Cárdenas Sifuentes quien fue asesinada cuando su vehículo quedó en medio de un enfrentamiento entre soldados y pistoleros en Matamoros, Tamaulipas; la joven recibió tres balazos y no se ha establecido de qué lado dispararon.
Como vemos, hay muy pocas alusiones a las víctimas femeninas; sin embargo, a veces aparecen las menciones de manera fragmentada, por ejemplo en este discurso del general Galván Galván: “Lamentamos la muerte de inocentes, lo lamentamos con la misma intensidad que nos duelen nuestros soldados fallecidos, sus viudas y sus huérfanos”. En estos discursos, las mujeres forman solamente parte de las “víctimas colaterales”.
Por otro lado, también el crimen organizado ha abusado sistemáticamente de las mujeres; se ha dedicado a cosificarlas, así es que desaparece a jovencitas de entre 12 y 16 años de edad para llevarlas a granjas y entrenarlas a algunas como “halcones” y a otras para prostituirlas, algunas de éstas, aparecen muertas meses después.
Así, esta próxima celebración nos debe llevar a preguntarnos más sobre las consecuencias de la militarización desde una perspectiva de género que rompa el cerco que invisibiliza a las mujeres; esto nos permitirá conocer las necesidades y retos que atraviesan en medio de la guerra.