En un país donde hay siete millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan, nos tendríamos que preguntar sobre qué proyecto de nación se está fincando para el futuro y si estamos dispuestos a continuarlo. Los jóvenes están viviendo una realidad dolorosa que se observa en las pocas oportunidades de conseguir un trabajo, cursar un grado más de estudio o en la violencia con la que los ataca la delincuencia organizada. En este contexto preocupante, los sucesos que han vivido los jóvenes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero, vienen a aportar luz sobre las políticas de Estado que abonan a la incertidumbre y a la falta de horizontes para los jóvenes.
El 12 de diciembre pasado, los estudiantes se manifestaron sobre la Autopista del Sol en repudio por la imposición de un nuevo rector, así como por la negativa de las autoridades educativas para atender las solicitudes de la Escuela Normal. Con su bloqueo, demandaban audiencia con el gobernador Ángel Aguirre. Sin embargo, se encontraron con 170 policías ministeriales, estatales y federales esperándoles, casi la mitad de ellos con armas de alto poder y el resto con toletes y escudos. Sobre la carretera quedaron tendidos Jorge Alexis Herrera Pino y Gabriel Echeverría de Jesús, estudiantes de la Escuela Normal, quienes murieron al ser asesinados por los policías durante el violento desalojo del grupo; además, hubo otro estudiante que, hasta la fecha, se encuentra gravemente herido. Hubieron también reportes de heridos, desaparecidos y se documentó que 22 estudiantes habían sido torturados. La Policía Federal negó su presencia en el acto represivo en un primer momento; sin embargo, las fotografías aparecidas en los diarios los hicieron aparecer como mentirosos y de poca credibilidad. La confrontación entre las tres distintas policías demostró que fue la policía ministerial la responsable de la muerte de los dos normalistas.
A los pocos días, se aprovechó la muerte de un joven que atendía una gasolinera cercana al lugar del asesinato de Jorge Alexis y Gabriel, para incriminar a los normalistas y tacharlos como inconformes violentos y delincuentes. Elba Esther Gordillo calificó de monstruos a las normales y pidió que se conviertan en escuelas de turismo. Así es como vemos que este ataque a los normalistas tiene responsables con nombre y apellido: ¿Quién fue el que mando disparar a los policías? ¿Cuáles han sido las acciones del SNTE para impedir que se llegue un acuerdo sobre el rector de la Normal?
Atrás de este ataque a la Escuela Normal de Ayotzinapa se encuentra el intento por acabar con las normales y la organización crítica que surge de ellas. A lo largo de las últimas seis décadas han sido atacadas por ser escuelas que tienen un modelo que les permite estar en función de las comunidades que atienden; esta praxis las ha llevado a comprometerse en las luchas contra las empresas madereras y mineras. Erradicar estas escuelas es destruir la organización que posibilita que las comunidades defiendan sus recursos y territorios.
Así, la exigencia por mejores condiciones para los jóvenes de México, pasa hoy por la necesidad de que los jóvenes estudiantes de la Normal de Ayotzinapa vuelvan a las aulas, recuperen el semestre, les sean atendidas sus demandas y se castigue a los responsables intelectuales del ataque que sufrieron. Además, es un buen momento para impulsar a las normales rurales que aún existen, junto con su praxis de fortalecer el tejido social.