Al despertar de un nuevo año, se renuevan las esperanzas y las expectativas para recrearnos y recrear al mundo. Este tiempo nos ayuda a reflexionar sobre nuestras preocupaciones, deseos y retos, y no pocos deseamos dentro de nuestros deseos y propósitos para este 2012 un país que al igual que nuestros seres queridos no sufran las calamidades de la inseguridad, la desigualdad y la miseria. Desde la tarea de los derechos humanos nos alienta la posibilidad de un nuevo ciclo.
Este año se encuentra marcado por el signo de las elecciones y la lógica que conlleva. Los aspirantes tendrán un enfrentamiento continuo, que tiene sus repercusiones en las comunidades, las familias y en la sociedad toda. Tendremos un acomodo de las fuerzas políticas, veremos a uno de los partidos desgastarse en las preferencias electorales, mientras crecen las irregularidades y los gastos desorbitantes. Al mismo tiempo, veremos el ocaso del sexenio de la militarización calderonista y la pérdida de poder; será irrelevante ya, las nuevas propuestas de ley, los diálogos sobre la seguridad y los encuentros con la sociedad civil. Para el ejecutivo este será un tiempo para quitarse la máscara, y como hizo Fox, apoyará anodinamente a quien resulte elegido o elegida por su partido, se dedicará a denostar a los otros partidos, todo esto con un enorme costo social. Además, con la sociedad civil organizada tendrá desencuentros, pues es claro que no ha tenido el interés por tomarla en cuenta, con resultados palpables, incluso es previsible que haya un ajuste de cuentas por los malos ratos que le han hecho pasar. El ocaso de Fox se caracterizó por la mano dura contra los campesinos de Atenco, los maestros de Oaxaca y otros grupos disidentes. No resulta extraño que esta derecha arbitraria, impositiva y corrupta haga los mismo, aunque de hecho lo ha permitido ya desde ahora, con el homicidio de don Trinidad de la Cruz Crisóforo y otros defensores que pertenecían al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, las agresiones y asesinatos de quienes denunciaban los feminicidios en Cd. Juárez, el secuestro o detenciones forzosas de Eva Alarcón y Marcial Bautista, ecologistas de la sierra de Petatlán, Guerrero, además de los dos estudiantes de la normal de Ayotzinapa. Estos casos se sumaron a los asesinatos de defensores de derechos humanos, periodistas y civiles asesinados por las fuerzas armadas, que al ser permitidas por acción u omisión constituyen un precedente para lo que nos espera este año.
Este panorama poco alentador, sin embargo sabemos no tiene la última palabra, y en eso nos ayudan muchas las palabras del Obispo Raúl Vera, dirigidas a su diócesis: “Vemos con una grande esperanza el movimiento que surge desde las víctimas de tanta barbarie, que por diferentes caminos se organizan para encarar y cambiar este sistema injusto que se ha apoderado del país, y que multiplica las iniquidades e inequidades de manera sistemática. Los resortes de este movimiento que nace desde la sociedad y que tiene diferentes rostros, con un denominador común que son las víctimas -sobrevivientes y en resistencia-, son la lucha por el reconocimiento de la dignidad humana y sus derechos más fundamentales: el derecho de acceso a la justicia y a la verdad, el respeto a la dignidad de la vida humana y a su integridad; el derecho a la paz, y el derecho a que exista un profundo respeto a los principios éticos, en todas las instituciones públicas y privadas que están al servicio de la comunidad social”.