Escribo estas líneas sin conocer los resultados definitivos de la contienda electoral en lastres gubernaturas en disputa. Por la experiencia reciente, no es difícil prever que el ánimo que se renueva con cada ciclo sexenal acabará en decepción o en algo cercano a ello. Ya se hizo patrón el candidato ganador asume el poder en un ambiente de esperanza y lo abandona en medio de conflicto, escándalo e indicadores de gestión mediocres. Este patrón no se asocia únicamente a partidos y personas, aunque hay unos mejores que otros, sino a estructuras e instituciones en las que se ejerce el poder en el país. Estas estructuras están dañadas. No establecen un marco de contrapesos que limiten el poder ni obliguen a la rendición de cuentas cabal. El entorno propicio para servirse del poder antes de usarlo para favorecer a los demás
Seis años será tiempo suficiente para saber si ésta reforma pudo cambiar conductas por efecto de la transformación institucional que implica. Me encantaría afirmar que el ciclo político que inicia con los nuevos gobiernos no repetirán más el patrón de impunidad que se ha hecho costumbre. El resultado dependerá de la disposición, nuestra, la de los ciudadanos, a no dejar que esta reforma se caiga. Ojalá logremos romper con la maldición sexenal.
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