Para entrar en vigencia, la nueva Fiscalía requiere de su ley orgánica. El Ejecutivo envió una propuesta a Cámara de Diputados que se aprobó sin mayor deliberación. El Senado la estudia. En la formulación de esta Ley estriba la oportunidad de plantear una transformación profunda de la procuración de justicia en el país. De dotar a la nueva fiscalía de capacidades de investigación desarrolladas, de una autonomía cierta sobre la persecución criminal en el país. De dejar de usar la justicia con una lógica política, la de proteger a los propios y perseguir a los contrarios. De evitar una sustitución lisa y llana.
Es precisamente en el modelado de esta ley donde el nuevo procurador puede mostrar si tiene la estatura profesional para encabezar la nueva fiscalía. Para ganar la legitimidad que no le dio el mecanismo de su nombramiento, que si bien estuvo plenamente apegado a la ley, no le da lo que necesita: credibilidad frente a una sociedad que necesita reconocer un gesto genuino de renovación institucional.
Bien haría el hoy procurador en acercarse a los grupos que reflexionan sobre el diseño de la nueva Fiscalía y en encabezar su transformación.
Bien haría el Presidente de la República si le pide su renuncia apenas se apruebe la Ley Orgánica de la Fiscalía. No dudo que el hoy procurador pueda ser nombrado como Fiscal si gana, por su trabajo en estos meses, el aprecio de quien hoy lo descalifica.
La oportunidad de transformar una institución clave del Estado mexicano está abierta. Ojalá no la dejemos ir.
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