Bajo la lupa, La edición de hoy — octubre 7, 2016 at 8:20 am

Rastreo ciudadano en Arroyo del Navajo/ Víctor M. Quintana en La Jornada

¡Ahí está el detalle!

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Por desgracia, no se trata de un paraje sacado de un western.En lo físico sí: un paraje desértico, con un arroyo seco, que sólo fluye cuando hay mucha lluvia, rodeado de guamis, plantas espinosas, matorrales y piedras con el trasfondo de la escarpada Sierra de Guadalupe, en el municipio de Práxedis G. Guerrero, en el Valle de Juárez, Chihuahua. Pero en lo social es el depositorio de los restos de muchas víctimas de toda una serie de terribles asesinatos, sobre todo de mujeres y niñas, y también de hombres, por lo menos desde 2012.

Las autoridades, tanto federales como estatales, a lo largo de todos estos años han tratado con displicencia e irresponsabilidad el asunto, cuando no con complicidad. Se han negado a emprender una búsqueda sistemática de la multitud de restos que ahí yacen y a realizar un análisis científico para identificarlos. Han sido los familiares de las víctimas de muchas personas desaparecidas quienes han encontrado la mayoría de los restos, constituyéndose en detectives y peritos ante la incapacidad y negligencia oficiales.

Como en Ayotzinapa, como en Tlatlaya, como en todo el país, así en el Arroyo del Navajo se puede apreciar la insalvable contradicción entre la omisión o complicidad de las autoridades y la indignación traducida en búsqueda dolorosa de las familias de las víctimas.

*Lee el artículo completo en La Jornada