Y de pronto la justicia mexicana se volvió de primer mundo. En menos de 15 días, diversos cuerpos policíacos de México resolvieron un asalto en Periférico, el asesinato de una joven universitaria, la muerte de tres sacerdotes, el homicidio de dos mujeres extranjeras, el asalto y homicidio de un cineasta y hasta un suicidio que resultó no serlo.
Porque los buenos resultados ahora nos dejan con dudas. Si ahora lo hicieron así, por qué no lo hacen igual en todos los casos. ¿Entonces cuando quieren, sí pueden? ¿La usual ausencia de respuesta es entonces una falta de capacidades o una falta de voluntad política? Porque es inevitable preguntarse si la reacción de la autoridad hubiera sido la misma si las víctimas no hubieran sido extranjeras, o si no estuvieran vinculadas a una organización como la Iglesia Católica, o si hubiéramos visto la misma celeridad si no hubieran llegado a los espacios de noticias y de opinión.
Sabemos que hay una exigencia de justicia y que los políticos ahora tuvieron incentivos para entregar resultados. Si lo hicieron bien, qué bueno, felicidades. No dejemos, sin embargo, que la celeridad de las noticias y las ganas de los políticos por salir en la foto nos lleven a perder de vista estos casos, que al menos por su inusual eficiencia merecen especial atención. A fin de cuentas no todos los días nuestra justicia se vuelve una maquinaria perfecta para encontrar culpables. ¿O sí?
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