Aunque la noticia rondaba desde el año pasado, la confirmación el 14 de septiembre de que Monsanto aceptó finalmente ser comprada por Bayer causó alarma. Son dos de las más viejas productoras de veneno, con un largo historial de crímenes contra la salud, el ambiente, los derechos humanos. Esto muestra el perfil de estas empresas, pero el trasfondo es más complejo.
La historia de cada una de ellas por separado es terrible y todo indica que juntas serán peores. Sin embargo, esta es apenas una de las megafusiones que están ocurriendo en el último año entre las mayores empresas de agricultura y alimentación.
Todas estas fusiones no son solamente para controlar mayores porcentajes de mercado, también son una carrera para aumentar su control/monopolio de nuevas tecnologías de manipulación genómica –patentes de biología sintética, CRISPR-Cas9 y otras nuevas biotecnologías– y especialmente, controlar bancos de datos digitales relacionados a suelos, agua, clima y otros aspectos claves de la producción agrícola. El horizonte es que quien se dedique a la agricultura industrial no podrá comprar semillas en un lugar y los insumos que decida en otros, sino que de más en más será una sola ventanilla empresarial que vende un paquete que va desde la semilla al seguro agrícola, pasando por agrotóxicos, maquinaria y datos que deberá pagar y aplicar para acceder al paquete.
Muchos se preguntan ante este panorama que parece de ciencia ficción y solamente diseñado para grandes agricultores industriales, de qué forma esto puede afectar a los campesinos y agricultores familiares y qué diferencia hay si son 3 o 6 o 10 empresas. Una factor es el aumento del poder de presión de las empresas a nivel nacional e internacional, que ya no será solo por su tamaño y poder de corrupción, sino también por el control de eslabones básicos de la cadena agroalimentaria. Podrán conseguir aún más leyes y normativas a su favor, desde semillas a ocupación de tierras, permisos y subsidios por uso de agua, incluso dinero del erario para apoyarlos por ser “sectores claves de producción”. Algo que ya comenzó son las nuevas leyes de semillas para ilegalizar la circulación de semillas campesinas, al no estar registradas, los créditos y apoyos ligados a la compra de determinadas semillas, agrotóxicos y seguros. (Desinformémonos)