Con el rostro de sus ausentes en la playera o en una manta, familiares de personas desaparecidas trabajan con la fiscalía estatal, la Universidad Autónoma el Estado de Morelos y corporaciones federales en las fosas clandestinas de Tetelcingo. Registran minuciosamente la extracción de cuerpos a fin de ayudar a identificarlos y así aliviar el dolor de sus deudos, como narran Concepción y Lina, dos de las buscadoras a las que se debe en gran medida la reapertura de las fosas.