Lo que hacen no es fruto de la ocurrencia, sino del método. Aprietan a la víctima, aflojan, la amenazan con lo que sigue si no habla, le ponen la punta de un arma larga en la cabeza, le preguntan si quiere de nuevo la bolsita de plástico con que la han asfixiado, o la agüita con que la han ahogado.
¿Dónde aprendieron esto?
Es un tema del que hablamos en sordina, o abordamos los casos uno por uno cuando las violaciones aparecen con toda evidencia ante nuestros ojos, como en los casos del Ejército en Tlatlaya, la Policía Federal en Tanhuato, o la Marina en la ejecución de Beltrán Leyva.
Las altas cifras de letalidad hablan de ejecuciones más que de superioridad abrumadora en combate. Y los casos que hemos podido ver en detalle hablan de lo mismo: Hay un continente sumergido de tortura y violación de derechos humanos en México que no ha salido a la luz. La guerra contra las drogas terminó siendo una guerra deshonrosa para las Fuerzas Armadas de México. Se contaminaron de lo que combatían. (Milenio)