Las luchas de los pueblos, unidos en la diversidad y ante la adversidad, tenemos un mismo desafío, el de contestar a la guerra común que nos adolece, guerra contra nuestros territorios, contra nuestros cuerpos, contra nuestro futuro común, contra el extranjero identificado como enemigo interno. A lo largo de la historia de la humanidad la guerra ha tenido un sólo significado, la de ser sinónimo de violencia impune. Como pueblos nos reivindicamos, no solamente deseando la paz, sino rechazando el olvido, cargando la memoria colectiva a cuestas, con amor y rabia, el amor a la vida y la rabia por sobrevivir a un sistema de violencias, construyendo en hermandad otras realidades para todas las personas y todos los pueblos en esta Madre Tierra.
Los responsables de las violencias que hoy denunciamos, unidos en una misma Mesoamérica, tienen rostro, apellido y fungen roles sociales específicos: son los funcionarios que aducen gobernar, son los criminales disfrazados de empresarios y conductores de las televisoras comerciales, son los funcionarios corruptos y los militares impunes, son los idólatras del desarrollo desde las organizaciones internacionales de financiamientos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Son los sistemas antidemocráticos en el poder, que se revelan de forma cada vez más clara en su simbiótica relación con el crimen organizado trasnacional. (Voces mesoamericanas)