La situación plantea dos grandes interrogantes: 1) ¿Es de veras legal la autorización de la manifestación de impacto ambiental y el cambio de uso de suelo del proyecto turístico de Tajamar? 2) ¿Por qué una institución evaluadora como la Semarnat se comporta en este caso como defensora y hasta promotora de la deforestación?.
La premura por destruir el manglar de Tajamar se debe a que la vigencia de los permisos para el proyecto (cambio de uso suelo y autorización en materia de impacto ambiental) vence en febrero del presente año. Si se diera el vencimiento y el manglar del terreno siguiera en pie, entonces sería legalmente imposible obtener nuevos permisos. Ahora bien, los permisos que ahora existen aplican únicamente para el plan maestro de Tajamar, que integra 44 lotes en 49 hectáreas de humedal costero. Esto no significa que se haya medido y evaluado el impacto ambiental particular de cada lote. En el futuro, esos proyectos tendrán que estar sujetos a las “incómodas” evaluaciones en materia ambiental. La estrategia de Fonatur es, por tanto, acelerar la destrucción total del ecosistema para que los inversionistas no tengan que enfrentarse a molestos ciudadanos-ecologistas que defiendan su derecho a un medio ambiente sano.
Por si fuera poco, la ciudad de Cancún será la sede de la próxima Conferencia de las Partes (COP13) de la Convención sobre la Diversidad Biológica de la ONU. El ecocidio de Tajamar pone en evidencia que la conservación de la biodiversidad no es el objetivo de las autoridades ambientales mexicanas. Para que exista una verdadera congruencia, la sede debería ser replanteada.
La batalla legal iniciada por la sociedad civil de Cancún ha logrado por ahora la suspensión provisional del proyecto –no solo han concentrado sus esfuerzos en exponer las ilegalidades, sino que han velado por la protección del terreno noche tras noche. Lo que Tajamar ha dejado claro es que este tipo de planes son incompatibles con las necesidades de un turismo sustentable para la región. A consecuencia del impacto ambiental de los últimos años, Cancún dejó de ser la playa de arenas blancas que la convertía en el principal destino turístico de México. En la búsqueda de un nuevo paraíso, el modelo de turismo depredador se esparce hoy como una epidemia a lo largo la Riviera Maya sin comprender que el único resultado será continuar la destrucción. (Horizontal)