Veracruz parecía tener el destino calcado al de Tamaulipas: comparten rutas de tráfico, riqueza de hidrocarburos, mafias gobernantes aliadas con violentos cárteles, un sistema de justicia podrido. Pero la muerte de Regina no fue estéril. Desde 2012, alumnos suyos, colegas y amigos indignados, junto con universitarios y activistas de los derechos humanos, no han dejado de salir a la calle a pedir justicia, por ella y por los demás.
Primero lo hacían temblando del susto (no es para menos: sólo en cuatro años 14 han sido asesinados, tres desaparecidos y decenas tuvieron que huir). Ahora salen con la frente en alto, a pesar de que les toman fotos en las calles, reciben llamadas amenazantes, los acosan en sus empleos, aparecen en listas de ‘ejecutables’. Cada vez que matan a otro periodista apenas se dan tiempo de enjuagarse las lágrimas y vuelven a salir. E inspiran a otros a hacer lo mismo.
Este año enterraron a uno de los suyos: Rubén Espinosa, con quien habían planeado crear un colectivo donde informarían -con recursos propios- lo que los medios callan. Lo nombraron: Voz Alterna.
Rubén fue asesinado en julio en el DF (se sospecha que la mano veracruzana lo alcanzó) y la respuesta de sus colegas fue fundarse como grupo y seguir informando. Con más fuerza. A pesar de las presiones que han obligado a algunos del colectivo a salir del estado para torear la muerte. (Más por Más).