Lizeth Abundis Sanchez llegó tarde a la reunión con el gobernador. Tomó asiento en las últimas filas y escuchó el discurso del mandatario. Promesas, buenas intenciones, buscar a los desaparecidos y, con algo de suerte, encontrarlos con vida. Ella lo miró con furia y se mantuvo callada, con los brazos cruzados. “¿Alguien quiere tomar la palabra?”, preguntó Rogelio Ortega al término de su discurso. Lizeth fue la tercera en levantar la mano: “Yo quiero hablar, gobernador”, dijo en tono seco, duro.
“¡No es justo que a mi hermano lo hayan matado como a un perro!”, gritó la joven al gobernador. “Él era un estudiante de artes visuales y sólo venía a esta ciudad a visitar a su familia. ¡Maldita la hora en que vino a visitarnos!, ¡jamás hubiera regresado a este pueblo!, en Chilapa ya no hay lugar para gente decente, aquí la única gente que tiene lugar son los delincuentes”, recriminó la joven mientras azotaba el puño derecho contra la mesa de madera. Después se dirigió al alcalde de Chilapa, Francisco Javier García González: “Contésteme señor presidente, ¿por qué desde su mandato ha habido tanto desaparecido, tanto tiroteo?”, le cuestionó. (Agencia Quadratín)
.