Las celebraciones del Ejército por los 102 años de su creación eran una oportunidad para que su Alto Mando tomara la iniciativa y pusiera el ejemplo a sus hombres en momentos en que están perdiendo la batalla en amplios sectores de la opinión pública nacional. En lugar de convencer con la verdad y la transparencia para posibilitar la justicia, el general Cienfuegos se ha empeñado en hacer del Ejército una víctima, colocándolo en una aparente debilidad.
Dijo que se acusa al Ejército sin pruebas serias o sin que se hayan acabado los procesos judiciales, “para tratar de desprestigiarnos y con ello dañar la confianza en nosotros depositada”. Cienfuegos sabe que se engaña a sí mismo. México es un país en el que los jueces no se han atrevido a investigar la línea de mando para sancionar a los militares culpables de graves violaciones a los derechos humanos.
Y con esa línea discursiva, el secretario quiere dar la vuelta a la batalla por la verdad y el establecimiento de responsabilidades. Es una batalla para la que esta generación de militares no está preparada y mucho menos dispuesta a dar, como ocurrió con los mandos militares que estuvieron al frente de la guerra sucia, en los años 60 y 70 del siglo pasado. En esa época de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, torturas y otras violaciones graves de derechos humanos, los militares hablaron de “enemigos de la patria”. Ninguno de los responsables fue castigado, haciendo de la impunidad su principal herencia. (Proceso)