México atraviesa por una serie interminable de reformas y reajustes estructurales encaminados a perpetuar el sistema neoliberal, el cual llega al límite de trocarse amenazante sobre los territorios de nuestras comunidades y pueblos. Desde que el Ejecutivo federal envió la propuesta de reformas constitucionales en materia energética, la sociedad civil organizada manifestó su total rechazo. En ese entonces, nadie creyó que tal paquete de reformas fuera inofensivo para las personas, comunidades y sus bienes naturales: era muy evidente la intención de cerrar el ciclo neoliberal, que se abrió con antelación a finales de la década de 1980, legalizado en las reformas agrarias impulsadas en 1992, y agravado con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994. Carlos Ventura/Contralínea