Mirando directamente a los ojos a Donald Trump, una voz serena de mujer se alzó para defender la dignidad:
“Señor Presidente […] le pido que se apiade de las personas de nuestro país que ahora tienen miedo. Hay niños gays, lesbianas y transexuales en familias demócratas, republicanas e independientes, algunos de los cuales temen por sus vidas. Y las personas que recogen nuestras cosechas, limpian nuestros edificios de oficinas, trabajan en granjas avícolas y plantas de envasado de carne, lavan los platos después de comer en los restaurantes y trabajan en los turnos de noche en los hospitales: puede que no sean ciudadanos o no tengan la documentación adecuada, pero la gran mayoría de los inmigrantes no son delincuentes […] Le pido que tenga piedad, Señor Presidente, de aquellos en nuestras comunidades cuyos hijos temen que sus padres sean llevados, y que ayude a quienes huyen de zonas de guerra y persecución en sus propias tierras a encontrar compasión y acogida aquí”. *
La intervención de la Obispa Mariann Edgar Budde ante el Presidente de Estados Unidos de América es una lección sobre cómo confrontar a los autoritarios contemporáneos: con la mesura respetuosa que no se suele encontrar del otro lado; con más sustantivos que adjetivos; con una firmeza valiente que no transige al esgrimir la verdad.
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