El fenómeno de las desapariciones de personas en México es un lastre colectivo que lacera la vida de miles de familias en los últimos sexenios en nuestro país. Desde ésta preocupante realidad, han surgido varios grupos de madres, esposas y algunos hombres que buscan a sus seres queridos y se han propuesto encontrar «tesoros», así le llaman a cualquier indicio, de que en el lugar que buscan, encuentren restos de sus seres queridos que les dan norte de por dónde pueden estar sus desaparecidos.
Entre las múltiples pláticas que he tenido con personas buscadoras, su experiencia espiritual es fundamental para resistir el horror que implica la noticia de la desaparición, las trabas gubernamentales, eclesiales y el estigma social de que son tenidas como personas indeseadas. Pero a pesar de la segregación, existe una experiencia espiritual expresada como: «Dios», «Divinidad», «Fuerza», «Luz», «Energías», etc., y que da fuerzas en la práctica para buscar, luchar, defender.
Las madres buscadoras, a pesar de todas las trabas que encuentran en la sociedad, en los espacios gubernamentales y en la indiferencia de algunas iglesias, siguen buscando, tocando puertas, alzando su voz, organizándose y mucho de ello se debe al tipo de espiritualidad que han desarrollado para no darse por vencidas.
Lee el artículo completo de Conrado Zepeda SJ, en la Revista Christus.